Gigantes subvencionados

Muchos sentenciaron que el día en que Microsoft superó en valor bursátil a General Motors comenzó en serio la sociedad de la información. No sé qué significa la declaración de quiebra del coloso automovilístico, pero si la alternativa es el mantenimiento en contra de los dictados del mercado, en España sabemos algo de eso: nunca funciona.

Además de por su evidente peso económico, es una pésima noticia que las grandes empresas, en el viejo concepto industrial americano, se estén muriendo. Representaban por ejemplo todo un modelo de organización social, con sus seguros médicos, sus planes de carrera, sus políticas familiares, casi paralelo al modelo del bienestar social europeo. Pero su gigantismo les hacía estar, les hace estar todavía a petroleras, financieras y grandes distribuidoras, en los límites del bien y del mal capitalista, en el borde de la omnipotencia política.

Los sucesores de este modelo nacen con la sociedad de la información. Todos los americanos que hace una generación querrían trabajar para GM (Repsol, Endesa o Santander en el caso España), quieren hoy trabajar en Google o en la misma Microsoft. Al margen de las inmediatas soluciones gubernamentales a la crisis de empresas automovilísticas o financieras, si la administración no quiere verse en el siguiente ciclo crítico soltando millones a los nuevos monstruos empresariales más le valdría pensar en el pequeño tejido empresarial en red, en los cerebros de las personas más que en sus manos. El cambio de paradigma implica compensar todos los mecanismos que llevan a la concentración de capital y de ideas y sustituirlos por los que impliquen su interconexión. Puede parecer lo mismo, pero no lo es.  

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