Privacidad: ¿nos exponemos demasiado?

Tengo un amigo que con buen juicio siempre me dice: Te expones demasiado. Se refiere a la Red en general y al blog y a las redes sociales en particular. Es verdad que cualquier cosa que subamos a Internet sobre nosotros mismos nos expone, pero resulta muy curioso observar cómo las generaciones reaccionan de modo distinto ante ese riesgo.

Los jóvenes se exhiben sin pudor y sin conciencia de que serán esclavos de sus palabras, sus fotos de juerga, sus antiguas relaciones, etc. Los mayores de 30 o, mejor aún, de 40 desconfían con los miedos propios de los que conocen a medias las cosas (casi todos, casi siempre) y trufan la experiencia con la incipiente falta de adaptación a las novedades, que los años no pasan en balde.

En el mundo adulto, los jefes y contratadores vigilan a los trabajadores, y aunque el gran cotilleo de los "amigos de los amigos" es común a todos ambientes, en este en particular todos los datos personales, profesionales, oficiales o directamente inventados por la incesante conversación de los internautas posibilitan que competidores, rivales e incluso delincuentes leves y graves, puedan usar la información de cualquier modo, para desautorizar, para calumniar, para dejar en evidencia, para destrozar una reputación...

En realidad, después de muchos años de ejercicio periodístico yo estoy bastante acostumbrado a "exponerme" y mis compañeros de televisión, ni te cuento. Como profesor de una universidad pública española, la actividad profesional, además de personalmente en clases y conferencias, se recoge por mil vías digitales, desde el currículum hasta los nombramientos, las comisiones, los tribunales, los libros, los artículos, los congresos... En el mundo somos millones las personas que vivimos esta situación con bastante normalidad.

Cierto que una generación entera vive "expuesta", desde niños, lamentablemente. Y un día serán políticos, profesores, médicos... Esas fotos que surgen del pasado mostrando por ejemplo a presidentes de Estados Unidos fumando marihuana o borrachos van a ser una tontería comparado con lo que se avecina, por mucha ley de protección de datos que haya. Y digo lamentablemente en el caso de los más jóvenes porque ellos carecen del criterio para ser conscientes de que todo lo que están subiendo a la Red lo están "publicando". Para siempre, para que cualquiera lo pueda encontrar.

No obstante, dejando al margen la protección de los menores, que ya es suficiente problema, deberíamos admitir que las "nuevas" reglas de la privacidad o los nuevos miedos a la exposición en la Red están provocados por el mismo estado mental que suscita cualquier otra innovación "peligrosa". Nos olvidamos de que la exposición es inherente a la vida. Sólo es necesario, como cuando conducimos, por sólo citar una situación cotidiana, estar alerta. Y si alguna vez bajamos la guardia, tener algo de suerte, o estadística razonable. Como cuando nos dejamos el coche abierto toda la noche aparcado en la calle y no ocurre nada.

Así que, en efecto, los que se ponen nerviosos tienen motivos para ello. Porque siempre hay que estar atento. Eso significa que hay que ser conscientes en todo momento de que estamos en público, ante todo el público. No importa que la ley nos proteja algo, nuestra protección real es que todo lo que publicamos tienen que poder leerlo nuestros hijos, nuestros padres, los jueces, la policía, los vecinos, Hacienda y hasta los enemigos. En realidad, tampoco sabemos nunca quién nos escucha o quién nos ve en un restaurante o en un bar, o por la calle. Quizá no sepamos hasta dónde nos puede invadir la tecnología, si nos pueden localizar, si nos pueden rastrear, grabar, vigilar. Y aún así vivimos con cierta normalidad. De modo que sólo tenemos que aplicar esa normalidad pública a lo que sí subimos voluntariamente a la red porque es un acto público.

Lo malo es que hay que recordar en todo momento, hasta en la intimidad de casa, que, además, la principal capacidad de la Red es la recuperación de gran cantidad de datos, la memoria. Todo se olvida, pero en Internet, menos. Aún así, no hay que estresarse más de lo necesario. Ni dejarse la puerta del coche abierta.

Comentarios

  1. Retomando el tema del post anterior, tras este tipo de fenómenos sociales bien podría estar un Bilderberg induciendo conductas como un tipo de Gran Hermano -¿con qué intenciones?- al que internet le pone el control de la gente a huevo.

    Hoy no se hace complicado saber los estados de ánimo de alguien -a través de last.fm-, qué hace -twitter-, dónde está o ha estado -a través del iPhone-...

    Toda esta información crea un espeluznante log de nuestros movimientos a los que San Google se encarga de darles un hilo argumental -con Gmail y el propio buscador-.

    Pensar en esos términos casi da miedo... pero este mundo paralelo también tiene sus cosas buenas. De hecho déjame aprovechar:

    SE VENDE NIKON D70...

    Es coña :)

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  2. Doy por inaugurado el espacio publicitario en el blog, admito anuncios en los comentarios.... ;-)

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