Ir al contenido principal

Autocrítica

He conocido rectores de universidad que en una empresa privada no llegarían ni a administrativo, catedráticos con errores conceptuales y culturales indignos de un bachiller, profesores titulares de universidad incapaces de articular un argumento en cuanto les apartan de su guión, profesores de medias endiosados para autoprotegerse ante la pérdida total de autoridad, y maestros de primaria con tales problemas psicológicos que les incapacitaría hasta para tratar con animales. Pero en general los que nos dedicamos a la educación hemos sido expertos en atribuir el fracaso que nos rodea al sistema, a los políticos, a la carencia de medios, a los alumnos, a los padres y a toda la sociedad. Y gracias a esa excelsa habilidad, con el paso de los años, la práctica totalidad de los docentes conseguimos cara de docentes, esto implica un determinado gesto, un aspecto derivado de la falta de dinero real que se nota en que no abunda no ya la elegancia, sino la simple aspiración a alcanzarla, una circunspección facial rayana en rictus que acaba por aterrar cuando pretende mudar a sonrisa, apariencia corporal de agravio con un acusado sentimiento de incomprensión y falta de reconocimiento. De los gremios a los que he pertenecido, nunca he visto uno tan aparentemente vocacional que se considere más importante y menos valorado. Y que sea menos autocrítico. Claro que todo esto es una generalización, y todas las generalizaciones son falsas.... incluso ésta.

De los alumnos se puede decir cualquier cosa menos que hayan cambiado mucho a lo largo de la historia. Los niños, los adolescentes, los jóvenes han sido siempre iguales: aprendices del tiempo que les toca, lazarillos y buscones, ángeles y diablos, maleables "pizarritas en blanco", máquinas de absorber vida, hijos de puta o hijos de algo, con la única culpa, que no es poca, de crecer en la dirección que pueden.

En cuanto a los padres, como mínimo en España, sin duda alguna somos los que más hemos cambiado comparados con los profesores y los alumnos. Sobreprotectores, con escasa dedicación en tiempo y atención, consentidores, compradores de caprichos, inhibidores de responsabilidad, desbordados por evitar el aburrimiento del vástago, desconcertados ante lo que debemos hacer, mirones hedonistas... Al menos a medio plazo podemos reconocerlo, a diferencia del profesor, y nos tragamo las evidencias de nuestros fracasos después de la negación, en este caso más humana porque nadie es padre profesional.

Voy a obviar aquí a políticos y pedagogos. Los primeros administran la educación con la única finalidad de conseguir unos indicadores determinados, no les importa que sean reales o fantasmagóricos, un titular periodístico aparentón y un corto plazo sin problemas. Los segundos bastantes angustias tienen, digo yo, con sacar alguna conclusión científica cierta que les avale como algo importante en la sociedad, al fin y al cabo se trata de esas profesiones del siglo XX que si desaparecieran de golpe nadie lo notaría, como muchas otras, por cierto.

Pero, aunque no lo parezca, este no es un panorama tan malo. Va a empeorar. En Estados Unidos ya lo viene haciendo desde hace años. Quizá acabemos creando una sociedad totalmente idiota, o quizá la sociedad sea algo tan fuerte que sobreviva a su sistema educativo. De hecho creo que he educado mucho más como periodista que como profesor o como padre. Y mira que los periodistas somos impresentables. Tiene usted razón.

Comentarios

  1. Periodista de tu quinta, espero, con todos mis respetos, porque hoy en día ese toque de "reviejo" que en cierto modo es inherente a la profesión se ha convertido, en muchos casos, en un sentimiento de "somos megaguais, creamos opinión, vamos por encima del suelo"... obviando la parte de "escribimos al dictado de los que ponen la pasta, cobramos una mierda y no sabemos muy bien qué será de nosotros mañana", ante la cual uno de tu quinta montaría un pollo o se pondría a emplear sus armas -la pluma- para vender cara su piel.

    No obstante, y siendo el prototipo transmitido el de tu quinta, seguramente sea más acertado que el de un padre de hoy. Por cierto, ¿viste ayer Ajuste de cuentas en Cuatro? -Ejemplo perfecto de padres completamente descerebrados. ¿Qué culpa puede tener un niño de caer ahí?-

    Ay... lo que está por llegar.

    Como dice una profe que tengo bien cerca: "A la gente le hacen gracia los niños torpes. 'Qué mono', dicen. De lo que no se dan cuenta es de que crecen y se reproducen mientras siguen siendo torpes"

    ResponderEliminar
  2. Fíjate, es curioso, pero en contra de lo que dice Pérez Reverte a mí me parece que el gremio de periodistas ha cambiado muy poco en los últimos 25 años, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que ha transformado el sector. Sin embargo a los padres y a los profesores no nos reconoce ni la madre que nos parió.

    Y deja de ver esos espacios de Cuatro, jajaja que son una versión más de telebasura.

    ResponderEliminar
  3. Ey! Ajuste de cuentas mola! Te hace sentir taaan bien contigo mismo... :-)

    Qué dice Pérez Reverte??

    En cuanto a lo de los padres es mejor que a algunos no los reconozcan, que pasen inadvertidos, porque es para darles... Y con lo de los profes estoy totalmente contigo: especialmente los de ESO...

    ResponderEliminar
  4. El Pérez dice que los periodistas de ahora también han cambiado mucho, que ahora venden su alma a la cuadra editorial, que no son patibularios ni callejeros, que viven del fax o del emilio del gabinete de prensa de turno y que, en resumidas cuentas, están amariconaos. Pero yo creo que se refiere a una generación anterior. A la mía ya le empezó a costar salir de las redacciones y vendiesen o no su alma estaban comprados con el contrato basura.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Antonia San Juan no es un hombre

Hay miles de cuestiones sobre las que no tengo opinión, sólo estómago. La identidad sexual es una de ellas. No sé qué pensar ante alguien que duda sobre quién es. Y me quedo desconcertado ante la realidad de que algunos hombres quieren ser mujer o viceversa. O ante el hecho de que a un hombre le atraigan los hombres, a una mujer las mujeres. No tener opinión no significa mucho. La mayoría de las cosas se aceptan, se observan, gustan o no, simplemente están. Si dudo sobre la identidad sexual de una persona, me siento inseguro, como con cualquier duda, pero lo acepto como algo que no es de mi incumbencia salvo, naturalmente, que tenga algún interés sexual en ella o sea un juez deportivo ante uno de esos extraños casos como el de la corredora surafricana Caster Semenya . Pero no me quiero referir a la atleta sino a una actriz, Antonia San Juan , con la que comparto una homonimia razonable. Aunque escribamos nuestro apellido de forma diferente, ella separado y yo junto, y ella sea Antonia

Aguacero de albóndigas estereoscópicas

Pues por ahora sigue sin convencerme en cine estereoscópico, sí, el de las gafitas por mucho que haya mejorado la técnica. Pesan, quitan demasiada luminosidad, y narrativamente la tercera dimensión sigue sin aportar absolutamente nada. Pasada la primera sorpresa del novato, todo parece reducirse a que te lancen cosas a la cara. Claro que afecta la película que veas, y yo vengo afectado por ver " Lluvia de albóndigas " ( Cloudy with a Chance of Meatballs ). Una buena historia original se convierte en una mezcla de Jimmy Neutron y el Laboratorio de Dexter . El guión pretende hacer una parodia del cine de catástrofes, pero directamente se excede hasta la ridiculez, en una prolongación del final sin sentido; carece de subtramas y no dedica ni un mal guiño a los padres. Los personajes, planos, sin el menor atisbo de conciencia social respecto al hambre en el mundo; machistas (de la peor escuela, la que elimina los escasos papeles femeninos a una madre que desaparece como por art

Cambio horario: a quien madruga... le salen ojeras

Esta noche cambia el horario oficial. Decían que iba a ser el último, pero parece que la cosa se pospone. Llaman la atención las discusiones que provoca el asunto. Más si cabe en las zonas más orientales y occidentales del país, las más afectadas por el reloj respecto al sol. No importa la especialidad profesional del opinante, ya sea sociólogo o astrofísico, economista o sanitario, porque desde una perspectiva profesional todo el mundo admite la importancia del sol (los gallegos comen más tarde que los de Baleares si nos fiamos del reloj pero exactamente en el mismo momento solar). Lo que sí importa es que la persona que emite su opinión sea madrugador (alondra) o noctámbulo (búho), o feliz cumplidor de las normas sociales (sistémico) o empeñado en ensalzar la libertad individual (empático). Y sobre todo orgulloso de ser cualquiera de estas cosas. Los husos horarios, esos que insisten en que Barcelona y Londres deberían tener la misma hora de reloj, son una arbitrariedad política qu