El ordenador de Zapatero y otros cacharros

Cuando a mediados de los ochenta se informatizaban las Redacciones de la mayoría de los medios de comunicación, especialmente la prensa, se hablaba de que por fin los "talleres" iban a dejar de condicionar a las empresas informativas y que el peso del negocio iba a caer por completo en los contenidos, en los periodistas. Al fin y al cabo, a la audiencia se le vendían contenidos no papel, ni radios, ni televisores. Pero pasaron los años y los talleres se reconvirtieron o directamente se transformaron en departamentos de red, de aplicaciones, de programación (informática, no de programas de televisión), de telecomunicaciones. Las entonces nuevas tecnologías de la información se revelaron un business mucho más espectacular que la propia información, y los gestores se deslumbraban con grandes inversiones en cacharros cuando muchos pensábamos ingenuamente que por fin crecerían las redes de corresponsales, el tiempo para la elaboración de las noticias, las posibilidades de practicar el periodismo de precisión.

En el mundo de la educación está pasando desde hace un tiempo lo mismo. Cuando creíamos que las tecnologías para aprender iban a facilitar el trabajo de enseñar, a hacerlo más eficiente, cuando imaginábamos que estudiantes y profesores utilizarían los ordenadores para mejorar los contenidos y reforzar los métodos y los procesos educativos, resulta que la Administración se limita a invertir en cacharros, en comprar portátiles, pizarras electrónicas, enchufes, cables y, con suerte, conexiones de red. La situación es tan grotesca que hasta una administración da dinero para comprar notebooks y otra no lo quiere porque provoca miopía, y otras se devanan los sesos sobre si los cacharros deben regalarse, subvencionarse, prestarse, quedarse en clase o entregarlos a las familias, discuten qué hacer con quien los rompa, cómo alimentar las baterías, cómo mantener el principio sagrado de igualdad...

Será que gastar dinero en cacharros resulta mucho más rentable políticamente, más concreto, más palpable, y que hacerlo en los contenidos parece evanescente, etéreo, como el humo.

El gobierno español improvisó de un día para otro una partida para dotar de ordenadores a todos los alumnos de determinados cursos. Otros gobiernos, incluso equipos directivos o rectorales de centros de enseñanza de todos los niveles han caído en la misma tentación: ponemos pizarras electrónicas en todas las aulas, o pantallas de plasma por los pasillos, o creamos televisiones universitarias, o plataformas de teleformación.... Y ni un euro para los contenidos, para la creación de equipos humanos, para su formación, para la experimentación. Una pena. Soy periodista y profesor. Tenía que haberme dedicado a la venta de cacharros.

Comentarios

  1. Completamente de acuerdo en lo de los contenidos.
    Yo incluso iría un poco más lejos y diría que no sólo es necesario invertir en contenidos antes que en ordenadores, sinó que también hay que invertir (y mucho) en la formación del profesorado.
    Me parece lamentable que la formación del profesorado se encomiende a la buena voluntad de cada uno para ponerse al día.

    Sin embargo discrepo en "lo de la miopía".
    ¿Qué me dicen de la Nintendo DS, la PSP, el iPhone, la Blackberry ...?
    ¿Donde está el límite de la miopía, en cuanto a pulgadas de pantalla? .. ¿ 10 pulgadas ? ... ¿ 11 pulgadas ? ... ¿ 12 estaría bien ? ... ¿Quizá mejor 13 ?.

    ¿Es mejor un portátil de 17 pulgadas y 3 kilos de peso?

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  2. Lo de la miopía suena bastante ridículo, ciertamente, supongo que fue lo primero que se le ocurrió para criticar la iniciativa. Y que se hayan fijado en el tamaño de la pantalla en vez de en qué hacer en ella es una prueba más de que siguen pensando más en "cacharros" que en cualquier otra cosa

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