Haití y la solidaridad intermitente
Haití es el enésimo espectáculo. Se podría prácticamente haber hecho el mismo tipo de cobertura informativa sin necesidad de terremoto. Muertos, saqueos, enfermedades.
Claro que sin terremoto, tsunami, volcán o ciclón, no habría tantas ONG, tantos aviones, tanta solidaridad. Si Haití fuese un lugar donde vivir en unas condiciones presentables, la solidaridad sería necesaria, imprescindible, una loable demostración del desarrollo de la especie humana.
Pero es que Haití viene necesitando apoyo desde siempre, sin más terremotos ni más catástrofes que las que provoca la pobreza y el olvido de los medios de comunicación que tantos focos enciende ahora. El problema es que son focos intermitentes. En realidad, la solidaridad funciona como un subidón emocional, como una luz intermitente que se apaga y se enciende cada vez en un sitio. Nuestras acomodadas conciencias occidentales agitan los monederos e incluso los corazones. Los cerebros, en cambio, tienden a olvidar.
Y en el caso de toda Latinoamérica y la solidaridad española, sería lógico que estuviéramos más pendientes de lo que ocurre cotidianamente en una tierra que siempre deberíamos considerar cercana.
Sin embargo, no sé por qué (es irónico), sabemos más de los muertos de Irak o Palestina que de los venezolanos, mejicanos, brasileños... De Haití, ni te cuento.
Claro que sin terremoto, tsunami, volcán o ciclón, no habría tantas ONG, tantos aviones, tanta solidaridad. Si Haití fuese un lugar donde vivir en unas condiciones presentables, la solidaridad sería necesaria, imprescindible, una loable demostración del desarrollo de la especie humana.
Pero es que Haití viene necesitando apoyo desde siempre, sin más terremotos ni más catástrofes que las que provoca la pobreza y el olvido de los medios de comunicación que tantos focos enciende ahora. El problema es que son focos intermitentes. En realidad, la solidaridad funciona como un subidón emocional, como una luz intermitente que se apaga y se enciende cada vez en un sitio. Nuestras acomodadas conciencias occidentales agitan los monederos e incluso los corazones. Los cerebros, en cambio, tienden a olvidar.
Y en el caso de toda Latinoamérica y la solidaridad española, sería lógico que estuviéramos más pendientes de lo que ocurre cotidianamente en una tierra que siempre deberíamos considerar cercana.
Sin embargo, no sé por qué (es irónico), sabemos más de los muertos de Irak o Palestina que de los venezolanos, mejicanos, brasileños... De Haití, ni te cuento.
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