Derechos de autores y libertades de todos
La medida del Gobierno español contra las descargas ilegales puede que sea un golpe mortal a la piratería. Y puede que no. De lo que no cabe duda es que el mecanismo abre una puerta al control de la libertad de expresión que en manos sin escrúpulos, iluminadas o simplemente ofuscadas se convierte en un peligro real.
Nunca me he enterado de la defensa de los derechos de autor de alguien que no sea músico, quizá de alguien relacionado con el audiovisual. Porque el sistema ha cedido a un grupo de presión que defiende los intereses de unos pocos. El resto, empezando por cierto por los periodistas aunque también podríamos hablar de los diseñadores de producción o incluso, qué sé yo, de los arquitectos o de los ingenieros de sonido o los publicistas, no tiene la consideración de autores o propietarios intelectuales o beneficiarios del derecho de reproducción. Y esto se debe en parte a que resulta prácticamente imposible controlar las copias de todo en un mundo capaz de copiarlo todo a un bajísimo coste.
Casi todo lo que nos rodea ha sido creado por un alguien que ha cobrado por ello lo que ha podido y a partir de ahí se ha olvidado de todos sus derechos, que en realidad no era ni siquiera consciente de tener y que incluso puede que en realidad no tuviera. Desde el que inventó la rueda hasta los que crearon las canciones o los bailes populares. Sólo unos pocos han logrado beneficiarse del favor del copyright y una minúscula minoría se ha enriquecido con ello. El tema tiene una relativa importancia, pero la humanidad ha sido esencialmente igual con o sin derechos de autor.
Cuando sí ha cambiado la historia de la humanidad es cada vez que se ha desarrollado una nueva tecnología de la información o del conocimiento; desde la escritura hasta la imprenta, desde la radiotelevisión hasta internet. Cada una de ellas implicaba casi siempre una tecnología de la copia, de la difusión. Y el poder de turno siempre ha intentado controlarlo de un modo u otro hasta que la libertad se imponía. Ahora estamos asistiendo a un nuevo asalto. Estoy seguro de que el poder lo acabará perdiendo una vez más y que los autores seguirán encontrando nuevas maneras de vivir. Sin necesidad de recurrir a ningún nihil obstat, sello real, imprimatur, licencia, concesión, santo tribunal o comisión ministerial.
Ya, dirán algunos, todo está muy bien pero mientras tanto cerrarán webs, la SGAE sigue saliéndose con la suya, las operadoras siguen yéndose de rositas y los usuarios pierden libertades. Pues recordemos que al menos ahora cuando el poder es arbitrario u obedece al interés de una minoría se le puede echar con los votos.
Nunca me he enterado de la defensa de los derechos de autor de alguien que no sea músico, quizá de alguien relacionado con el audiovisual. Porque el sistema ha cedido a un grupo de presión que defiende los intereses de unos pocos. El resto, empezando por cierto por los periodistas aunque también podríamos hablar de los diseñadores de producción o incluso, qué sé yo, de los arquitectos o de los ingenieros de sonido o los publicistas, no tiene la consideración de autores o propietarios intelectuales o beneficiarios del derecho de reproducción. Y esto se debe en parte a que resulta prácticamente imposible controlar las copias de todo en un mundo capaz de copiarlo todo a un bajísimo coste.
Casi todo lo que nos rodea ha sido creado por un alguien que ha cobrado por ello lo que ha podido y a partir de ahí se ha olvidado de todos sus derechos, que en realidad no era ni siquiera consciente de tener y que incluso puede que en realidad no tuviera. Desde el que inventó la rueda hasta los que crearon las canciones o los bailes populares. Sólo unos pocos han logrado beneficiarse del favor del copyright y una minúscula minoría se ha enriquecido con ello. El tema tiene una relativa importancia, pero la humanidad ha sido esencialmente igual con o sin derechos de autor.
Cuando sí ha cambiado la historia de la humanidad es cada vez que se ha desarrollado una nueva tecnología de la información o del conocimiento; desde la escritura hasta la imprenta, desde la radiotelevisión hasta internet. Cada una de ellas implicaba casi siempre una tecnología de la copia, de la difusión. Y el poder de turno siempre ha intentado controlarlo de un modo u otro hasta que la libertad se imponía. Ahora estamos asistiendo a un nuevo asalto. Estoy seguro de que el poder lo acabará perdiendo una vez más y que los autores seguirán encontrando nuevas maneras de vivir. Sin necesidad de recurrir a ningún nihil obstat, sello real, imprimatur, licencia, concesión, santo tribunal o comisión ministerial.
Ya, dirán algunos, todo está muy bien pero mientras tanto cerrarán webs, la SGAE sigue saliéndose con la suya, las operadoras siguen yéndose de rositas y los usuarios pierden libertades. Pues recordemos que al menos ahora cuando el poder es arbitrario u obedece al interés de una minoría se le puede echar con los votos.
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