Objetivos del Milenio o en qué gastarse el dinero



Esta mañana participé en una tertulia en la que se hablaba de la piratería somalí. Alguien comentó que en algún momento hay que decidir en qué gastarse el dinero para evitar el problema: el protección armada o en desarrollo. Las dos cosas son caras, muy caras. Quizá sean igual de inútiles o no. Y si la primera es un negocio evidente, la segunda debería serlo aún más. Pero la crisis se está llevando por delante los Objetivos de desarrollo del Milenio de Naciones Unidas, comenté yo, y parece que nadie se acuerda ya de Joana, la niña de nueve años que se merece un mundo mejor. Como si hablara en chino, oiga.

Eran personas cultas, informadas, con conciencia política. Y, o bien en ese momento les pillé fuera de juego por casualidad, o bien directamente no tenían ni idea del tema. La primera gran acción teóricamente consensuada para ir hacia un mundo más justo. Qué banalidad. Como para olvidarlo.

Tal vez la comunicación de la campaña ha sido nefasta a pesar de los pesares.

O que todo lo que suena a luchar contra la pobreza es inaudible e invisible, como siempre.

Pero para evitar a los piratas, a muchos de los terroristas, para lograr incrementar la seguridad de los ciudadanos de los países "civilizados" y de los otros, habrá que gastar en fragatas, helicópteros, habrá que dar zambombazos y pagar rescates, sí, pero también invertir en desarrollo, erradicar el hambre extrema. Cañones y mantequilla, qué le vamos a hacer, nada nuevo bajo el sol. Las dos cosas son imprescindibles incluso en términos estrictamente capitalistas. Lo siento por los utópicos y por los amigos de dar leña. Bueno, por estos un poco menos.

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