Hay miles de cuestiones sobre las que no tengo opinión, sólo estómago. La identidad sexual es una de ellas. No sé qué pensar ante alguien que duda sobre quién es. Y me quedo desconcertado ante la realidad de que algunos hombres quieren ser mujer o viceversa. O ante el hecho de que a un hombre le atraigan los hombres, a una mujer las mujeres. No tener opinión no significa mucho. La mayoría de las cosas se aceptan, se observan, gustan o no, simplemente están. Si dudo sobre la identidad sexual de una persona, me siento inseguro, como con cualquier duda, pero lo acepto como algo que no es de mi incumbencia salvo, naturalmente, que tenga algún interés sexual en ella o sea un juez deportivo ante uno de esos extraños casos como el de la corredora surafricana Caster Semenya . Pero no me quiero referir a la atleta sino a una actriz, Antonia San Juan , con la que comparto una homonimia razonable. Aunque escribamos nuestro apellido de forma diferente, ella separado y yo junto, y ella sea Antonia
Pues por ahora sigue sin convencerme en cine estereoscópico, sí, el de las gafitas por mucho que haya mejorado la técnica. Pesan, quitan demasiada luminosidad, y narrativamente la tercera dimensión sigue sin aportar absolutamente nada. Pasada la primera sorpresa del novato, todo parece reducirse a que te lancen cosas a la cara. Claro que afecta la película que veas, y yo vengo afectado por ver " Lluvia de albóndigas " ( Cloudy with a Chance of Meatballs ). Una buena historia original se convierte en una mezcla de Jimmy Neutron y el Laboratorio de Dexter . El guión pretende hacer una parodia del cine de catástrofes, pero directamente se excede hasta la ridiculez, en una prolongación del final sin sentido; carece de subtramas y no dedica ni un mal guiño a los padres. Los personajes, planos, sin el menor atisbo de conciencia social respecto al hambre en el mundo; machistas (de la peor escuela, la que elimina los escasos papeles femeninos a una madre que desaparece como por art
En la Universidad española existe un catálogo de 190 áreas de conocimiento, trasnochado pero aún vigente, a donde adscriben a un profesor cuando gana una plaza. Si cuando había un catálogo de titulaciones limitado era muy poco práctico, ahora que hay casi 600 denominaciones de títulos universitarios diferentes es sencillamente una ridiculez. Lo malo es que las materias de los casi 3.000 grados universitarios que se reparten esos casi 600 nombres se asignan a áreas de conocimiento. No a los profesores que saben de la materia. A las áreas. Si hay suerte, te toca como profesor de periodismo un periodista, de publicidad un publicista, pero también te puede dar marketing un economista, un sociólogo o un informático. En mi Facultad hay profesores en el área de conocimiento de Cartografía, Geodesia y Fotogrametría que son arquitectos, informáticos y graduados en Bellas Artes. Imparten materias como animación, videojuegos o efectos especiales. Profesores del área de Computación que enseñan a
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