Hay miles de cuestiones sobre las que no tengo opinión, sólo estómago. La identidad sexual es una de ellas. No sé qué pensar ante alguien que duda sobre quién es. Y me quedo desconcertado ante la realidad de que algunos hombres quieren ser mujer o viceversa. O ante el hecho de que a un hombre le atraigan los hombres, a una mujer las mujeres. No tener opinión no significa mucho. La mayoría de las cosas se aceptan, se observan, gustan o no, simplemente están. Si dudo sobre la identidad sexual de una persona, me siento inseguro, como con cualquier duda, pero lo acepto como algo que no es de mi incumbencia salvo, naturalmente, que tenga algún interés sexual en ella o sea un juez deportivo ante uno de esos extraños casos como el de la corredora surafricana Caster Semenya . Pero no me quiero referir a la atleta sino a una actriz, Antonia San Juan , con la que comparto una homonimia razonable. Aunque escribamos nuestro apellido de forma diferente, ella separado y yo junto, y ella sea Antonia ...
Pues por ahora sigue sin convencerme en cine estereoscópico, sí, el de las gafitas por mucho que haya mejorado la técnica. Pesan, quitan demasiada luminosidad, y narrativamente la tercera dimensión sigue sin aportar absolutamente nada. Pasada la primera sorpresa del novato, todo parece reducirse a que te lancen cosas a la cara. Claro que afecta la película que veas, y yo vengo afectado por ver " Lluvia de albóndigas " ( Cloudy with a Chance of Meatballs ). Una buena historia original se convierte en una mezcla de Jimmy Neutron y el Laboratorio de Dexter . El guión pretende hacer una parodia del cine de catástrofes, pero directamente se excede hasta la ridiculez, en una prolongación del final sin sentido; carece de subtramas y no dedica ni un mal guiño a los padres. Los personajes, planos, sin el menor atisbo de conciencia social respecto al hambre en el mundo; machistas (de la peor escuela, la que elimina los escasos papeles femeninos a una madre que desaparece como por art...
Como dice el refrán, cada uno habla de la feria según le va en ella. Así que permítanme hablar de mi experiencia personal en relación a Muface, aun sabiendo que esto, más que una columna de opinión, puede tener ribetes de carta al director. Pero creo que, viendo los datos y los comentarios que se han vertido estas semanas en relación a esta mutua de funcionarios, mi caso no debe ser especialmente raro. Después de 20 años en la empresa privada y, por tanto, cotizando a la Seguridad Social, gané una plaza de profesor en la universidad. Hasta entonces mi conocimiento sobre Muface era estrictamente periodístico y lo que me podía haber comentado algún familiar. Cuando se me explicó mi baja como cotizante en la Seguridad Social y el beneficio de poder elegir entre asistencia sanitaria privada o pública, me pareció una buena idea ahorrarme el seguro médico con el que desde hacía años complementaba la cobertura pública. Pagaba un seguro básicamente por el fisioterapeuta, el dentista y el oculi...
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