Los Goya de Celda 211

Fue la mejor gala de los Goya de la historia. Buenafuente, el mejor presentador y seguramente fue uno de los mejores años del cine español a tenor de los finalistas. Pero aún siendo un rendido admirador de la ganadora de la noche, Celda 211, con sus ochos galardones, me gustaría hacer algunos matices. El primero es que no todos los premios son igual de justos. Sí los más importantes: el de mejor película, mejor director, mejor protagonista, mejor guión adaptado y mejor montaje. Pero no los de mejor actor revelación, ni actriz de reparto, ni mejor sonido. De hecho creo que estos tres premios inciden en tres de los pocos puntos flojos de la película. En mi opinión, el caso de las dos interpretaciones es bastante evidente. No tanto el del sonido, de hecho cuando la vi me pareció muy bueno y fue un amigo profesional de la sonorización el que me hizo ver (oír) sus carencias. Y, en efecto, eran notables, seguramente por el escaso presupuesto y porque, puestos a ahorrar, el de audio es de los primeros capítulos en caer.

Por otra parte, El baile de la Victoria, seleccionada para los Oscar, se quedó de vacío a pesar de sus nueve nominaciones.

Esto lleva a plantearse si los premios de la llamada "academia" tienen suficiente rigor incluso en ediciones tan brillantes como la recientemente celebrada, rigor desde un punto de vista profesional, naturalmente, al margen de política, marketing, espectáculo, inercias o estado de opinión colectivo que espolvorean los premios porque la mejor del año tiene que tener más estatuillas además de las más importantes.

La realidad es que el excelente discurso de Alex de la Iglesia vino a poner todavía más el dedo en la yaga. El cine, el audiovisual en general, brilla por su glamour, por los famosos y ricos, incluso por el arrime constante de los políticos o las controversias sobre las subvenciones y las políticas culturales. Pero sobre todo es una actividad industrial y comercial laboriosa, complicada, muy técnica. El producto se dirigiere o se indigesta con rapidez, y pocos saben lo lento de su producción, lo aburrido que puede llegar a ser un día de rodaje, o la cantidad de oficios y profesiones necesarios para que ese plano esté ambientado, iluminado, fotografiado, montado... No basta un guión y una cámara, no es YouTube, es un proyecto empresarial, artístico, de ingeniería, de primera magnitud. Los americanos lo saben y no se lo toman a broma, el show-business es mucho business.

Por eso mismo es importante que existan esos profesionales, que se formen y puedan ser cada vez mejores, que se reconozca su trabajo cuando es bueno, y que se sepa el motivo por el que la taquilla responde, que no siempre es fácil. Y que tengan más presencia y peso en la academia.

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