Tiene usted razón (2)

Leí en una revista femenina el correo electrónico de una mujer que tenía como deseo ser una televisión. Argumentaba que de ese modo su familia le prestaría atención e incluso se reunirían a su alrededor, su marido le haría caso cuando llegaba cansado del trabajo, su hijo adolescente la buscaría cuando estuviese aburrido, si sufriese algún desperfecto o se averiase, la reparación sería lo más urgente del mundo. La mujer no deseaba sólo que la quisieran, de hecho no se quejaba de ello, sólo quería que le prestasen atención.

Desde siempre se nos ha dicho que lo más importante de la vida es la salud, después el dinero y por último el amor. Con estas tres cosas esenciales deberíamos ser felices. Pero no funciona así. La salud, sin duda lo más esencial, es lo mínimo, necesario pero no suficiente. El dinero es el medio, necesario y puede que suficiente para lo que nosotros precisemos, aunque si tenemos lo justo tenemos miedo y si tenemos mucho más también. Y el amor, ay, el amor es maravilloso si nos quieren sin poseernos, por lo que somos y no por lo que tenemos, sin exigirnos responsabilidades, sin límite de entrega y, por qué no, de cantidad: queremos que nos quieran mucho y muchos (sin necesidad de hablar de sexo, que también).

Pero llega un momento en que además exigimos atención, como la mujer que quería ser televisión. Me queréis pero no me lo demostráis, no me venís a ver, a adorarme, a acariciarme, etc. etc. Estoy sano, tengo el dinero que necesito y me quieren, pero no me prestan atención. Uy.

Ahora imaginemos que lo hemos conseguido. Nos atienden, quizá porque nos quieren, quizá porque tenemos dinero o quizá porque tenemos poder. El poder es para muchos una droga fantástica. Una de las formas más directas de conseguirlo es mediante el dinero, pero también se puede conseguir por la superioridad física, intelectual, social, política, estamentaria, moral... Para el hedonista, el poder puede suponer una carga, para otros... En todo caso el poder impone, vence, gana. Mucho ser humano cree que eso es lo que verdaderamente le gusta: ganar... o no perder.

La televisión tiene salud, dinero, la quieren, le prestan atención y tiene poder, pero no es el poder del vencedor sino del convencedor, el poder de la credibilidad, lo que dice va a misa, la misa y la televisión tienen mucho en común, pero esa es otra historia. Si a usted le quieren, si le prestan atención sólo hace falta que le crean y para que le crean lo mejor es tener razón. Y usted tiene razón.

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