Ayudas al cine

Las subvenciones cinematográficas no son demasiado populares. Más aún desde que González Sinde, con su merecida imagen en Internet, es ministra de Cultura e incrementa la partida presupuestaria que ayuda a la distribución de las películas comunitarias. A pesar de lo malas que son. La mayoría.

Con o sin crisis, las industrias culturales, todas pero especialmente el cine, necesitan la subvención de los gobiernos europeos para poder enfrentarse al dominio norteamericano. De lo contrario, se quedarían sin posibilidad alguna de exhibición. Claro que esto se puede discutir, pero lo importante no radica tanto en la existencia de las ayudas, y menos aún cuando hasta los banqueros las reciben, como en que provocan una atomización de la producción. Y se produce basura.

Existen cuatro grandes industrias mundiales de cine (ScreenDigest). Tres son rentables:

La India, que con su Bollywood produce más de mil películas anuales con un presupuesto medio de un millón de dólares.  

Nigeria, el llamado Nollywood, realiza 1.500, pero a  15.000 dólares la unidad.

Estados Unidos produce unas 500 con un coste medio de 25 millones

El cuarto productor es Europa. 1.300 largometrajes con un presupuesto entre 3 y 4 millones de dólares por obra.

España, 173 largos en 2008 y sólo 49 superaban los 900.000 euros, un tercio ni se estrenan.  Ese es el verdadero problema. El modelo que hemos escogido.

Días atrás, el periódico El País publicó una artículo en este sentido. Parece que sólo los autodenominados artistas aseguran que no crean para el mercado sino para la posteridad. Pues digo yo que a estos los subvencione su padre, un mecenas o una ONG, pero no el Estado. 

A los demás, creo sinceramente que hay que subvencionarlos sólo si presentan un proyecto con suficiente carga industrial y con perspectivas de viabilidad económica lo que implica que al menos un tercio del presupuesto debe destinarse a labores de promoción. No todo tiene que ser Santiago Segura, pero pero podría dar unas cuantas clases a González Sinde.


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