No haré huelga

No iré a la huelga de mañana. Estoy totalmente en desacuerdo con la política de Zapatero, al que considero el peor presidente del Gobierno de la democracia española, pero no iré a la huelga. Por varios motivos.

El primero de ellos, aunque no por importancia, porque en la Universidad donde soy profesor han decidido que todo el que no firme su presencia en el trabajo se ha sumado a la protesta. O sea, eres huelguista por omisión, no por acción. Teniendo en cuenta que nadie controla nuestra asistencia el resto del año, salvo la obvia que puedan detectar alumnos, participantes de una reunión, etc, o que esta profesión te puede hacer trabajar en casa, en un avión, en una estancia o en un congreso, es casi insultante que te sumen a la protesta salvo que expresamente tú digas lo contrario. Deben andar como locos queriendo ahorrar unos euros o lo sindicatos queriendo sumar cifras de participación que quizá de otro modo serían menores. Y que conste que lo que me parece más escandaloso es que no se controle la presencia en el puesto todos los días. Ojalá ficháramos todos.

El segundo de los motivos es que voy a tener que trabajar igual, porque nadie va a hacer por mí lo que tengo que hacer mañana. Así que mi huelga no le va a importar absolutamente a nadie más, ni va a perjudicar ninguna cadena de producción de ningún patrón, ni la ciudadanía va a percatarse de la ausencia de ningún servicio. Seguiré teniendo que preparar las clases, corrigiendo trabajos y exámenes, escribiendo resultados de investigación, o comprobando los datos de los trabajos de campo. Mañana no tengo clase, ni exámenes, pero se me echa encima el cierre de actas, tengo unas charlas el jueves y el viernes que no entienden de huelga el martes, los proyectos con empresas siguen su curso y con ellos no va la vaina, etc, etc. Aunque tampoco es una razón trascendente, ni pretendo aparentar que el trabajo me desborda más que a cualquiera.

El tercer motivo es que creo que la huelga en la cosa pública que no sea la japonesa, es decir, ponerse a trabajar con toda la puntillosidad del mundo (ya sé que no es exactamente la definición), no tiene sentido: sólo sale perjudicado, en todo caso, el ciudadano; no el político. Al político lo que de verdad le molesta es que el interventor le diga cuatro verdades, el jurídico le diga simplemente no o que el administrativo muestre en público el último procedimiento de adjudicación o la nómina del asesor de libre designación. El político maestro de la picaresca en manos de los "chupatintas maníacos de los reglamentos". Eso sí que los saca de quicio. Pero no, en realidad la huelga en lo público es un mecanismo de presión estrictamente político. Y para la presión política están las elecciones. Ahí será cuando le exprese mi opinión personal, con la misma satisfacción de darle al botón del mando ante un bodrio televisivo.

Claro que la situación en la que Zapatero ha metido al país es mucho más grave que la telebasura. Y tardaremos años en pagar sus errores. Pero está en su derecho legítimo a cometerlos porque se le ha elegido para gobernar. La impaciencia sólo debería provocar una moción de confianza o una de censura que inmediatamente diera paso a la convocatoria de elecciones. Así es la democracia parlamentaria, quizá algo lenta, pero no conviene forzar la velocidad más de lo imprescindible.

En resumen, no haré la huelga (y este es el principal motivo) porque Zapatero no es mi patrón, porque no quiero que me sumen por defecto, porque no se me ocurre mejor manera de expresar mi rechazo a su desastrosa gestión que no votarle, ni a él ni a nadie que haya sido cómplice de su política. Qué le vamos a hacer. Nos fallaste, Zapatero. Ojalá podamos olvidarte pronto, que lo dudo.

Comentarios

  1. Otra que se suma a la "no huelga", por motivos similares, en esencia.

    Un saludo.

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