Fui fumador hace ya algunos años. 17 años y 26 días, para ser exactos. Dejarlo fue una de mis mayores victorias, como sólo son las que libras contra ti mismo. Ahora la habitación de mi hijo huele a tabaco y un chaval que se cree un machote, el pobre imbécil, fuma encima del tejado, un par de casas más abajo de la mía. Ayer vi a Moncho Alpuente, uno de los adalides de la libertad del fumador, en la televisión. Debe estar enfermo, al menos su aspecto no era muy saludable. Hoy me encontré este vídeo en Youtube. Y me acordé de que no había celebrado mi particular aniversario. Perdón por el detalle personal, que no le importa a nadie. Pero a algunos padres es pa matarlos. A ver si llega la prohibición total de los espacios públicos cerrados. Algo es algo.
Hay miles de cuestiones sobre las que no tengo opinión, sólo estómago. La identidad sexual es una de ellas. No sé qué pensar ante alguien que duda sobre quién es. Y me quedo desconcertado ante la realidad de que algunos hombres quieren ser mujer o viceversa. O ante el hecho de que a un hombre le atraigan los hombres, a una mujer las mujeres. No tener opinión no significa mucho. La mayoría de las cosas se aceptan, se observan, gustan o no, simplemente están. Si dudo sobre la identidad sexual de una persona, me siento inseguro, como con cualquier duda, pero lo acepto como algo que no es de mi incumbencia salvo, naturalmente, que tenga algún interés sexual en ella o sea un juez deportivo ante uno de esos extraños casos como el de la corredora surafricana Caster Semenya . Pero no me quiero referir a la atleta sino a una actriz, Antonia San Juan , con la que comparto una homonimia razonable. Aunque escribamos nuestro apellido de forma diferente, ella separado y yo junto, y ella sea Antonia
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