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Revolucionar la Administración

De acuerdo, sé que es improbable que ocurra, pero ya que se abre la caja de Pandora juguemos a revolucionar la Administración española. Por partes.

En España hay más de 8.000 ayuntamientos, dejémoslos en 500, incluso menos. Entre áreas metropolitanas, comarcas, etc. estamos más que servidos. Así buena parte de las autonomías carecerían de sentido, las 17 podrían reducirse a cinco o seis como mucho, y las diputaciones provinciales y los cabildos desaparecerían. Las más de 70 universidades seguramente se pueden reducir a la mitad. Puede que sobren cuerpos policiales, sistemas sanitarios, educativos, pero no en España: en toda Europa. Puede que las Administraciones centrales de cada Estado deban adelgazarse y unificar criterios, competencias y planteamientos a nivel europeo. ¿Ministerio de Economía? alemán; ¿Educación?, finlandés; ¿Sanidad? pues, aunque les parezca mentira, español; ¿Cultura?, italiano; ¿Defensa? británico; ¿Justicia?, holandés; ¿Exteriores?, francés... Paro, no quiero caer en el tópico; aunque hay múltiples aspectos administrativos que son claramente más prácticos si están centralizados y otros, descentralizados. No sólo es cuestión de dinero, sino de funcionamiento. Por ejemplo: un sólo código de circulación y no permitir que cualquier policía local se invente una forma de circular en una glorieta.

Si reducimos niveles administrativos tal vez se puedan reducir los puestos administrativos, pero en realidad nadie quiere que se reduzcan el resto de los puestos públicos: no queremos menos profesores, médicos, jueces, bomberos, policías, ni siquiera queremos menos administrativos cuando estamos en la cola de una ventanilla, lo que queremos son menos ventanillas. Administración única, una idea de Manuel Fraga que, con más o menos matices, habría que recuperar aunque haya que olvidar otras.

Más revoluciones: un solo sistema electoral, un único modelo de financiación de partidos. La corrupción y la mediocridad política son fruto del modelo, además de la ausencia de valores éticos, pero también de los sueldos bajos. A los políticos hay que quitarles privilegios (que son carísimos para las arcas públicas) pero también hay que aumentarles el sueldo. Los mejores del mundo privado tienen que verse tentados por el servicio público por el reto de hacer cosas, pero no pueden perder dinero, al menos no mucho dinero. En general los sueldos hay que diferenciarlos, no igualarlos, pagar el valor añadido que aporta el individuo, no puede haber una diferencia de 600 euros entre el salario base más bajo y más alto, o que la inmensa mayoría de los funcionarios cobren entre 1.200 y 3.000 euros. Esa no puede ser la diferencia entre un ordenanza y un catedrático. Al respecto, la radiografía que publica El País resulta esclarecedora.

Otras ideas: ¿qué tal aumentar la productividad, la eficiencia? La del empleado público y la del privado. Y las del empleador y las empresas, naturalmente. La competitividad no va a venir de la mano de la bajada de sueldos, salvo que estemos dispuestos a llegar a los modelos de Foxconn, la empresa que dedica 400.000 empleados a fabricar en China el iPad, con un salario medio de menos de 1.800 dólares anuales (eso sí, los psicólogos contratados para evitar sus suicidios cobran entre 25.000 y 70.000), o al modelo universitario indio, donde un profesor universitario cobra 600 dólares al mes pero un estudiante universitario puede vivir becado por 30 dólares al mes. La productividad vendrá de racionalizar horarios, trabajar y cobrar en función de resultados, vendrá de la mano de la innovación, la imaginación, el único recurso ilimitado. Aunque también vendrá de tener hijos, aunque esa es otra cuestión.

Asia está hambrienta de crecimiento, China coloniza África, Latinoamérica sigue pegando bandazos políticos, Norteamérica tiene la máquina de hacer billetes, consiente la burla del Sistema Monetario Internacional y los paraísos fiscales, y vende iPads. Mientras Europa recorta los sueldos. España, casi más que nadie. Pero las revoluciones siguen siendo necesarias. Ojalá sepamos hacerlas civilizadamente, sin violencia. Aunque a largo plazo, vaya usted a saber. Si las clases políticas siguen empeñadas en mantener el modelo actual, no apostaría mucho por la tranquilidad social en menos de media generación.

Comentarios

  1. Evidentemente, sería necesaria una revolución no sólo de la Administración, una revolución general. Este sistema no se sostiene y precisa un cambio radical, pero supongo que hay demasiados intereses en juego y simplemente se cambia algo para que todo siga igual.
    Estoy totalmente de acuerdo cuando dice "En general los sueldos hay que diferenciarlos, no igualarlos, pagar el valor añadido que aporta el individuo..." y lo digo desde mi situación de funcionaria docente, que en multitud de ocasiones trabajo por "amor al arte".
    ¿Sabe lo que más me gusta de sus exposiciones? Que manifiesta ideas que no son correctas políticamente (utilizo este término por aclarativo, no porque me guste, que está ya muy manido).
    Enhorabuena, de nuevo.
    Un saludo.

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