Chávez y las redes sociales

Que Chávez tenga muchos seguidores en Twitter es lógico. Cualquier presidente de nación que salga a las redes tendrá éxito. Que haya contratado a 200 personas para ayudarle a gestionar la cuenta, bueno, una manera de luchar contra el paro, la medida de su vanidad, el tamaño de su preocupación... Lo que me parece más significativo es que el líder bolivariano sólo recibe algo más de un 18 por ciento de mensajes negativos, a pesar de su controvertido perfil, a pesar de las pasiones que levanta.

Pero no quiero escribir sobre él. Sino sobre el ejemplo. Su caso sirve para ilustrar varios aspectos interesantes de las redes sociales.

El primero: poco a poco queda claro que la presencia profesional en las redes sociales no es gratis, ni siquiera barata. Es eficiente, rentable, pero absorbe recursos. Si una persona física o jurídica tiene una elevada notoriedad, el cuidado de su imagen en la red acaba exigiendo una cierta inversión económica. No digo yo 200 empleados, pero sí alguien que dedique su tiempo mucho más allá del que dedican los secretarios personales de los famosos a atender las cartas de admiradores, y con mucha mayor trascendencia y repercusión.

El segundo: en las redes sociales se está superando poco a poco la fase del fan (sintomático que Facebook haya eliminado la denominación) y se normaliza lo que ya sucedía en toda la red participativa y en la calle, es decir, las personas cabreadas son las que arman más ruido, no los fans. Las marcas saben que quien está satisfecho se lo dice a pocos y quien está molesto se lo dice a muchos. Si uno entra en foros temáticos de un tipo de producto, incluso los que más renombre de fiabilidad disfrutan, están repletos de quejas. Tarde o temprano esto ocurrirá, ya está empezando a ocurrir, en las redes sociales. Y la gestión de la reputación incluirá, como siempre, la gestión de crisis, de contingencias, de lobbies, etc, etc.

Y tercero: el buen nombre, la fama, la imagen, la autoestima y, lo que es peor, la historia de las personas, la que de verdad les importa, ya no la escriben los medios de comunicación y los historiadores. Ahora todo lo que los buscadores recuperan entra a formar parte de nuestra memoria, de nuestra biografía, de nuestro epitafio. Ya no somos dueños ni de nuestros silencios. Lo que no digamos lo dirán otros.

Y Chávez lo sabe. Será controvertido, pero no estúpido.

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