Explicaciones de accidentes, secuestros y corrupciones
Las cosas a veces tienen explicaciones cotidianas. Como cuando un técnico dice: es mejor no hacer esto. Y un jefe contesta: pues se hace por cojones. Y un avión se estrella, por ejemplo, sólo que en esta ocasión se lleva por delante al jefe, o al pelota del jefe que manda tanto en el día a día, el que hace el trabajo sucio o se pelea con la tropa. Y también mueren unas cuantas decenas de personas más. Y un país se descabeza, aunque sea brevemente. La historia está repleta de casos en los que se elimina a las élites de un grupo, de un país, de una raza. Se tarda al menos una generación en recuperarse. Es un mensaje poco igualitario pero así se escriben los guiones estratégicos de las limpiezas étnicas, de los grupos terroristas, hasta de las guerras imperiales o imperialistas, que no es lo mismo pero es igual. Un día alguien manda y alguien obedece, incluso aunque sea un disparate, aunque sea un suicidio, aunque inmoral, aunque sea ilegal.
Claro que a veces simplemente alguien se equivoca. Por ejemplo, ves las fotos de los secuestrados y parecen un estereotipo de oenegero con posibles, de esos que creen que los pobres son siempre buenos y los leones gatitos. Como esos médicos que no visten de Armani y se van al Congo en vez de ir a jugar al golf o de congreso megapijo. No es sólo la ropa, es mismísima expresión beatífica de la cara. Lo llevan escrito en la mirada. Como cuando uno ve la expresión de los empresarios tipo Berlusconi. O de los peperos de melenita y pulsera disculpando la corrupción.
Personas normales que un día deciden hacer un viaje exótico en el límite de lo irresponsable para su propia seguridad. Gente como usted y como yo, que ganan al mes entre mil o cinco mil euros y ambicionan experiencias, reconocimiento, riqueza, poder... Un día reciben una propuesta que "no pueden rechazar". Una simpática o solidaria aventura (a mí no me va a pasar nada porque estoy de su parte, piensan los angelitos) o una llamada para un negociete en el que levantarse 50.000 o 300.000 euros, por mirar para otra parte o por adelantarse, si total todo el que puede lo hace y si no eres tú lo va a hacer otro. A veces el error es progresivo, otras brusco, de golpe. La corrupción empieza por conocer a un corrupto y dejarse corromper poco a poco o a lo bestia. Tipos a los que se le presenta la oportunidad de medrar y van tomando decisiones en el filo de la navaja. Hasta que se equivocan.
Todos aceptamos regalos, todos tomamos decisiones irresponsables, todos mandamos por cojones o no los tenemos para decir que no, todos miramos para otro lado o creemos que es imposible. El que se cuela, el que se aprovecha, el que cree que la norma no va con él o el que hace la norma por su propio interés. El que se lleva la comisión, el que la paga...
Claro que hay niveles, claro que la vida está repleta de matices, claro que no es lo mismo aceptar un café que un cafetal, ser Hitler o su fusilero, un extorsionador o el fisco, un niño soldado o un cura pederasta, fabricar armas o usarlas, prevaricar o aparcar en doble fila... Por eso es tan difícil hacer lo correcto o negarse a hacer lo incorrecto. Pero cuanto más nos relajamos, cuanto más inmorales somos individual y colectivamente, cuanto más egoístas y supervivientes, más humanamente cotidianos somos. La sorprendente explicación de la decisión equivocada. Eso sí: volver a tener principios ayudaría.
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