¿Quieres un trabajo o quieres trabajar"

Usted no es feliz. Le duele algo, no le quieren, está gordo o flaco... y no gana 75.000 dólares al año. Bueno, yo tampoco. Tampoco los gano, quiero decir, del resto no pienso confesar. Pero si alguien le garantizara el sueldo que proporciona la felicidad, ¿qué le gustaría hacer para ganarlo? Claro que le seguirán doliendo trozos de cuerpo y de alma cuando toque, y se seguirá viendo feo o lo que le diga el espejo... no importa, olvídelo. Usted gana al menos cuatro mil o cinco mil euros mensuales, ahora elija su ocupación. Si coincide con la actual, usted sí que tiene muchas papeletas para la felicidad, y si no la alcanza es que lleva los problemas montados de serie, no como extra. Es la diferencia entre tener un trabajo y trabajar, entre tener que hacer y querer hacer. Claro que si alguien le pasa ese dinero by the face, quizá lo último que le apetezca sea trabajar, quizá prefiera estar de juerga, hacer deporte, viajar, qué sé yo. Entonces o bien le echa imaginación y convierte su ocio en negocio para alguien (el que le paga por ejemplo, aunque sea el comité olímpico de orgullo nacional, banderolas y desfiles) o se le declara abiertamente vividor, rentista o vago. Si puede con la vergüenza, o mejor si carece de ella, también se le aproxima el horizonte del paraíso, aunque probablemente alguien le acabará metiendo algún palo en las ruedas aunque sólo sea por jorobar.

Dicho esto y asumiendo que la felicidad no tenga mucho que vez con la conciencia, el cariño o la ausencia de problemas físicos, me enfrento a la disyuntiva de decir a unos estudiantes la verdad acerca de cómo afrontar su futuro profesional empezando por superar una entrevista de trabajo o la mentira de las recetas que, por cierto, fluyen tanto por Internet que parece absurdo dar un curso sobre estas cuestiones.

En la Universidad les llamamos patitos. Son los alumnos del Plan de Acción Tutorial (PAT) al margen de las asignaturas, una especie de orientación "espiritual" u "holística". La inmensa mayoría de los profesores seguramente no estamos capacitados para impartirlo porque ni somos felices ni estaríamos dedicándonos a asesorar patitos vocacionalmente. Muchos ni siquiera estaríamos dando clase, ni mucho menos examinando, aunque es cierto que muchos sí lo harían, y muchos estaríamos aprendiendo, buscando historias y contándolas aunque sea en forma de lección, que no es mi género preferido pero peor es estar callado.

Así que voy a ir mañana y les voy a decir eso de haced lo que de verdad queráis hacer, como si os fuesen a pagar al menos 75.000 dólares. Y si os enfrentáis a una entrevista de trabajo superadla porque estáis convencidos de que queréis trabajar ahí, para esa o con esa gente, o a pesar de ellos, no os encojáis ahora que tenéis 20 años, al cuerno con la crisis, con el entrevistador, con el currículo y el empleo, al cuerno con el paro, con el gobierno, con la huelga. Si te quieres buscar la vida, te la encuentras; tarde o temprano te dolerá el cuerpo o el alma, pero por lo menos no lo escojas por miedo a pesar de lo que te digamos los padres. Que empleen a los demás, tú haz.

Y entonces alguien me tirará de las orejas porque no enfoco mi labor universitaria a la empleabilidad. Pues no me da la gana.

Comentarios

  1. Sencillamente porque la labor de un profesor universitario jamás debería estar únicamente enfocada a la empleabilidad, porque para tener trabajo no hay que buscar empleo ni buscar ser empleado.
    Porque la labor de un profesor universitario debería ir mucho más allá. Porque no se enseña a trabajar diciéndole a los alumnos como buscar empleo, sino enseñándoles como hacer bien su trabajo.

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