He llorado mucho en mi vida viendo Qué bello es vivir , de Frank Capra. Capra, en general, es un tipo que me emociona, por muchos motivos pero, sobre todo, porque me hace sentir bien en mi ningunidad. Entre otras cosas, me dice que en realidad yo soy importante en el mundo por una especie de efecto mariposa pero a lo bruto. Yo no aleteo, yo educo, contamino, escribo, compro, construyo, voto, rompo... y, aunque a mí me parezca imposible, alguien me hace caso, incluso aunque aparente no hacerlo. Soy un influenciador, que dicen por ahí. En realidad, todos los somos, aleteando o no. Ahora bien, ni usted ni yo somos Murdoch , Berlusconi , Ted Turner , ni mucho menos Jesucristo , Mahoma o Bill Gates . Es posible que ni ellos mismos, personalmente, sean o hayan sido lo que el mundo ha querido ver en ellos. Da lo mismo. La mezcla de poder y autoridad que todos tenemos en alguna medida, la que nos da apagar la tele, la de decir la verdad hasta el límite de la cortesía o la de pensar lo que nos