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La Loba Shakira

No lo he podido evitar. Olvide la música y los contoneos. Mejor, ni se la imagine. Sigilosa al pasar Sigilosa al pasar Esa loba es especial Mírala, caminar, caminar ¿Reconoce la letra? A mí casi me resultaría imposible. Quién no ha querido a una diosa licántropa En el ardor de una noche romántica Mis aullidos son el llamado Yo quiero un lobo domesticado Es que pararse en alguna letra popera a veces depara sorpresas. Por fin he encontrado un remedio infalible que borre del todo la culpa No pienso quedarme a tu lado mirando la tele y oyendo disculpas la vida me ha dado un hambre voraz y tu apenas me das caramelos Me voy con mis piernas y mi juventud por ahí aunque te maten los celos Sé que sólo es ritmo fácil, sin pretensiones, que no hay que tomárselo en serio. Una loba en el armario Tiene ganas de salir Deja que se coma el barrio Antes de irte a dormir Que son palabras pensadas para sonar arrimadas con arreglos, sílabas enlazadas coronando un pastelillo de comida rápida. Tengo tacones

Evaluar méritos

Después de casi diez horas valorando méritos ajenos, suelo entrar en crisis. No por compararlos con los míos, que ese es otro tema, sino por mi propia incapacidad para la estimación razonablemente objetiva y el lamentable esfuerzo de la Administración por elaborar baremos que nunca logran solucionar el problema sino embrollarlo. Alguien podría decir: bueno, usted es profesor, al fin al cabo forma parte de su trabajo evaluar alumnos. Y por si fuera poco, en mi etapa en la subdirección de un diario y director en una pequeña productora hice cientos de entrevistas seleccionando personal. Así que algo de callo debería tener. Pues al contrario. Con los años, lo que tengo es cada vez más dudas. Algunas son dudas clásicas, otras muy concretas. Por ejemplo, ¿cómo valoras los conocimientos: considerando el tiempo que se ha tardado en adquirirlos o simplemente con la mejor puntuación?, dicho de otro modo, ¿qué vale más: un aprobado en primera convocatoria o un sobresaliente en segunda o tercera

Vivir con la mala leche

Vivir o trabajar con alguien que permanentemente está de mala leche resulta agotador. Al individuo en cuestión le sobran los motivos para dar portazos, colgar el teléfono a golpes, gritar o, peor aún, callarse con cara de te voy a matar. No importa demasiado qué se lo provoca. Se ha convertido en un enfadado constante con el paso de los años, un frustrado que responsabiliza al mundo de todo lo que le molesta, de todo lo que es o no ha podido ser, un resentido agraviado que ya sabe de antemano por qué tú y el resto de la humanidad se va comportar de tal forma que él sea la víctima. Y no lo va a consentir. Bueno es él. A él no le pisa nadie. Ni el camarero, ni el de la cola, ni la mujer ni el marido, ni el funcionario ni el que no arranca en un semáforo. Vamos. Hasta ahí podíamos llegar. Hay quien mantiene la teoría de que si no explotan acabarán por sufrir una úlcera. Y prefieren generársela a quienes le rodean. Claro que también a ellos mismos, porque el cabreado no descarga su tensión

Más comunicación entre vehículos

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Como estalló septiembre, apenas tengo tiempo. Ya se normalizará. Así que sólo una idea. Seguro que tonta. Con tanta tecnología como utilizan los automóviles modernos, ¿por qué no aumentar la identificación de las características del conductor, de su experiencia, de su estado de ánimo con simples indicativos? Existe la L de novato o el bebé a bordo, ¿qué tal la J de jubilado?, ¿y la C de cabreado?, la M de macarra, la D de dominguero, la E de estresado, la B de borracho o de bebido por haber dado positivo alguna vez, ¿y un simple panel con los puntos que se tienen, 14, 8, 2...? Estaríamos un poco más prevenidos sobre nuestros respectivos posibles errores, reacciones, estados de ánimo... Ojo conmigo, vengo quemado, estoy de relax, utilizo el retrovisor para maquillarme, ando un poco mal de reflejos, nunca pongo los intermitentes. Vale, está bien, quizá sea una chorrada. Pero a mí me libraría de algún susto. Y todos nos entenderíamos un poco más.

Qué nos pasa a los hombres, jo tía

Hablo por mí, que conste. Y después de haber asistido en la playa a dos conversaciones-monólogo protagonizadas por vecinas invasoras de toalla acerca de bodas, relaciones, vestidos y, más que de hombres, de mujeres; dos chácharas que cualquier juez consideraría como atenuantes de múltiples reacciones irracionales aunque no violentas. Pero a algunos hombres, y sé que a algunas mujeres, lo que nos pasa es que estamos hasta las narices del rollo industrial-social que se está colocando en el mercado y al parecer en la vida de muchas mujeres cazamaridos. El principal problema, creo, no es ya que Hollywood no pare de fabricar productos y que logre convertirlos en taquillazos, como el último lanzamiento de la Aniston y el Affleck, sino que mucha gente joven, en este caso sobre todo mujeres, hablan como los personajes, eso sí, con la ligera adaptación del jo tía y, naturalmente, la cultura de cada cual que no suele verse representada en la dicción, riqueza de vocabulario y oportunidad de sus r

Escribir textos ocasionales

Cuando uno lee mucho, bueno mucho, bastante, pronto empieza a sentir que está todo escrito, incluso los propios pensamientos. Por eso a veces echo de menos lo relativamente fácil que es escribir en una redacción, porque trabajando en ella se está siendo privilegiado e inmediato testigo de los hechos concretos sobre los que muy pocos han emitido una opinión todavía. Fácil hasta cierto punto. El periodista que simplemente pretende aportar puntos de vista, no el que tiene vocación literaria, realiza una labor que muchos desprecian por apresurada, dispersa, simple pero que resulta enriquecedora para un lector que quiera formar su propia opinión, ya sea similar, contraria o al margen. Si uno le dedica algo de tiempo, estar al loro en Internet resulta semejante si se escribe sobre lo que está ocurriendo en ese momento. Pero si te retrasas un poco, y hablo de unas horas, la opinión urgente se escribe a tal velocidad que no es que esté todo escrito, es que está escrito varias veces. Y Google t

Hoteles, turistas y otros negocios

Siempre me he preguntado cómo funciona el cerebro de un típico cliente de resort veraniego, esos sitios multitudinarios en cuyos bufés de desayuno la gente se pelea por los donuts tras engullir tres platos, cuando en su vida diaria se despachan un café "porque a esa hora no me entra nada". Sé que los niños son gratis, que es una solución cómoda para familias con chavales pequeños. También sé que para las parejas jóvenes, cada vez más jóvenes, un todo incluido o media pensión es uno de los primeros grandes viajes "de adulto". Los jubilados logran buenas tarifas. Para los muy atareados es una forma de "resolver": mezclas estrellas con sol garantizado y lo demás lo presupones. Buena habitación, buena piscina, tumbona, pagas y listo. Pero qué diablos les pasa por su cabeza cuando, haciendo cuentas o sin hacerlas, a la hora de elegir destino se comportan como si les sobrase el dinero (porque son las vacaciones, porque un día es un día, que nunca hacemos nada)

El gran circo de la gripe A

Esto va para ti, periodista, no para tu jefe, ni tu director, ni tu editor, ni leches. Para ti, redactor o como mucho jefe de sección que, tras la reunión de planificación de cada día y la ojeada a teletipos, agenda del día y competencia, decides dedicar un espacio a la gripe A, porque es noticia, está claro. Sabes, porque ya tienes el culo pelado de arrastrarlo por la jaula, que estás contribuyendo al miedo. Pero por el mismo motivo del culo, sabes que es un miedo relativo, que esto es un gran carnaval, Kirk Douglas, que tampoco influyes tanto como piensan los demás, al fin y al cabo no eres un periodista conocido, ni siquiera muy poderoso, bueno, un poquito influyente sí, pero sólo un poquito. La gente te lee o te escucha y tampoco te cree al pie de la letra, aunque sabes que los políticos bailan al son del circo como los payasos en la pista y toman medidas, la oposición hace preguntas, el gobierno da ruedas de prensa, el Ministerio emite notas, el Colegio de Médicos comunicados... y

El camello diseñado por un comité

Hace algunos años trabajé brevemente en una agencia de publicidad en cuyas paredes estaba colgado un poster con un aforismo casi clásico: un camello es un caballo diseñado por un comité . Una alusión, que entonces me parecía exagerada, a que la creatividad en grupo no era muy viable, o que las decisiones tomadas por un comité recibían tantas modificaciones en el curso de los debates que el consenso se lograba finalmente con un engendro. El slogan no es muy democrático, pero todos hemos vividos situaciones que lo han confirmado: reuniones de vecinos, consejos escolares, juntas de facultad... en realidad son más frecuentes cuando todos los reunidos son iguales, igual de propietarios, igual de funcionarios, con igual representación, pero también ocurre en cualquier grupo donde exista un primus inter pares, o un jefe reinón, novato o cansado, en defintiva, influenciable, ya sea por el pelota, el gritón, el sarcástico, el conciliador o cualquier otro estratega típico de las dinámicas de gr

Antonia San Juan no es un hombre

Hay miles de cuestiones sobre las que no tengo opinión, sólo estómago. La identidad sexual es una de ellas. No sé qué pensar ante alguien que duda sobre quién es. Y me quedo desconcertado ante la realidad de que algunos hombres quieren ser mujer o viceversa. O ante el hecho de que a un hombre le atraigan los hombres, a una mujer las mujeres. No tener opinión no significa mucho. La mayoría de las cosas se aceptan, se observan, gustan o no, simplemente están. Si dudo sobre la identidad sexual de una persona, me siento inseguro, como con cualquier duda, pero lo acepto como algo que no es de mi incumbencia salvo, naturalmente, que tenga algún interés sexual en ella o sea un juez deportivo ante uno de esos extraños casos como el de la corredora surafricana Caster Semenya . Pero no me quiero referir a la atleta sino a una actriz, Antonia San Juan , con la que comparto una homonimia razonable. Aunque escribamos nuestro apellido de forma diferente, ella separado y yo junto, y ella sea Antonia

Deudas del verano

Igual que Silvio Rodríguez, que en su "Testamento" debía canciones a un montón de temas, después de unas semanas sin escribir le debo posts a un montón de asuntos más o menos veraniegos, más o menos personales, políticos, locales o universales. Le debo un post a Wallace Souza , el expolicía metido a diputado gracias a dirigir un programa donde se informaba de asesinatos hasta el extremo de, al parecer, provocarlos. Le debo un post a los políticos que no se van de vacaciones y gobiernan con decretos de agosto hasta hacer el ridículo e incluso daño, con cuestiones de lo más variado, desde la ayuda al desempleo hasta la TDT de pago . Le debo un post a las vacaciones de resort y su conglomerado de clientes, algunos extuneadores de ibizas metidos a padres de familia talluditos con niños a los que nada niegan salvo la educación. A los que acortan los días de descanso no tanto por la economía, que también, sino para aparentar que trabajan más que otros. A las estrategias turística