El camello diseñado por un comité
Hace algunos años trabajé brevemente en una agencia de publicidad en cuyas paredes estaba colgado un poster con un aforismo casi clásico: un camello es un caballo diseñado por un comité. Una alusión, que entonces me parecía exagerada, a que la creatividad en grupo no era muy viable, o que las decisiones tomadas por un comité recibían tantas modificaciones en el curso de los debates que el consenso se lograba finalmente con un engendro. El slogan no es muy democrático, pero todos hemos vividos situaciones que lo han confirmado: reuniones de vecinos, consejos escolares, juntas de facultad... en realidad son más frecuentes cuando todos los reunidos son iguales, igual de propietarios, igual de funcionarios, con igual representación, pero también ocurre en cualquier grupo donde exista un primus inter pares, o un jefe reinón, novato o cansado, en defintiva, influenciable, ya sea por el pelota, el gritón, el sarcástico, el conciliador o cualquier otro estratega típico de las dinámicas de grupo.
En estas reuniones todos tienen opinión aunque no todos tengan criterio. Los objetivos individuales pueden ser muy diferentes de la misión general y el que consigue ponerle jorobas al caballo no tiene por qué pretender mejorar el caballo sino ser ocurrente, llevar la razón, imponer una idea, quedar bien.
Ahora empiece a pensar en la cantidad de comités que toman decisiones por nosotros, desde el Consejo de Ministros hasta los altos tribunales, comisiones de expertos, de evaluación, ayuntamientos, ejecutivas de partidos políticos... la retahíla es infinita.
Y esto explica en gran medida buena parte de las decisiones disparatadas que se toman en sociedad: programas, planes, códigos legales, políticas, obras públicas... Sí, hace años me parecía exagerado y hoy sé que se queda corto, pero sigo pensando en aquello del "menos malo de los sistemas". Prefiero que le pongan jorobas al caballo antes de que permitan a alguien arrancárselas a un camello.
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