Qué nos pasa a los hombres, jo tía

Hablo por mí, que conste. Y después de haber asistido en la playa a dos conversaciones-monólogo protagonizadas por vecinas invasoras de toalla acerca de bodas, relaciones, vestidos y, más que de hombres, de mujeres; dos chácharas que cualquier juez consideraría como atenuantes de múltiples reacciones irracionales aunque no violentas. Pero a algunos hombres, y sé que a algunas mujeres, lo que nos pasa es que estamos hasta las narices del rollo industrial-social que se está colocando en el mercado y al parecer en la vida de muchas mujeres cazamaridos.

El principal problema, creo, no es ya que Hollywood no pare de fabricar productos y que logre convertirlos en taquillazos, como el último lanzamiento de la Aniston y el Affleck, sino que mucha gente joven, en este caso sobre todo mujeres, hablan como los personajes, eso sí, con la ligera adaptación del jo tía y, naturalmente, la cultura de cada cual que no suele verse representada en la dicción, riqueza de vocabulario y oportunidad de sus respuestas que sí consigue un actor o doblador profesional con un guión algo trabajado y años de oficio.

Y entonces se pone a hablar de esas cositas que tanto les interesan a gritos y con la simpatía de una tertulia de Gran Hermano: "Jo tía, pero si yo estoy casada y más que casada, hace dos años ya, qué fuerte, entonces estás fuera del mercado, como fulanita, no veas, que lleva dos meses ni pacá ni pallá, no supera lo del imbécil ése, y mira tía, si hay algo que hacer, que lo haga, y si no pues que pase, y mira que está guapa, tiene un cuerpazo, está delgadísima, fíjate, está tan delgada que hasta le hace la nariz más grande, yo le presenté a tíos buenísimos y nada, dice que no, pero qué quiere, es que cuando estás así ni aunque te presenten a Brad Pitt..."

¿Qué nos pasa a los hombres? Pues que vivimos al margen, en la toalla de al lado, leyendo por ejemplo a Stieg Larsson. Los hombres que no amaban a la mujeres. No es broma. Era lo que leía, como casi todo el mundo, el flamante recién marido para aislarse de la conversación que su no menos flamante esposa mantenía con su madre sobre los preparativos de la, al parecer, ya celebrada boda. Su vestido, su peinado, su maquillaje, su talla menor, la estúpida de la vendedora, lo que todas las novias hacen pero que ella no, como si me rapo la cabeza, jo tía, gesticulaba, ni siquiera la madre era capaz de incrustar un par de frases entre tanta verborrea. Hora y media. De silencio. De escucha inevitable. De discurso encendido de santa ira. De pasión. De gavilanes....

Qué nos pasa a los hombres y a las mujeres normales, que no son pijas ni chonis. Estaba yo pensando en elaborar una respuesta cuando empezó la caravana de hormigas. Sin contemplaciones. Ella se dejó llevar sin parar de hablar, eso sí. Vamos, que no llegamos. Él y ella con la misma cara de vinagre. Qué le pasaba al hombre. ¿Harto? No. Empezaba la Liga con el Real Madrid-Deportivo. Jo tía.

Comentarios

  1. Jajaja Casi siempre estas conversaciones captadas en la playa dan muchísimo juego. De hecho a ti te ha dado para un post :)

    He de reconocer que prefiero las playas tranquilas, pero cuando no tocan, me lo paso pipa sintonizando las toallas de alrededor :P

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  2. Con mucho retraso (post del 2009) pero solo quiero decir que me he hechado unas sonrisas de tu parte.
    (y que razon tienes)

    Te recomiendo para el verano del 2011:

    Onda broncedora
    Antena Sombrilla
    Cadena Castillos de arena

    y por supuesto

    Los 40 Chiringuitos

    ¡Jo Tio! ;)

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  3. Tomo nota, jajaja, gracias por leer una entrada tan antigua

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