Escuela gallega de cine

 Semana de Oscars, en realidad trimestre de premios cinematográficos que en Galicia rematará el próximo 23 con la entrega de los Mestre Mateo. Siempre me ha sorprendido el éxito de público que registran estas galas, aunque después reciban críticas feroces. Los Goya reunieron a casi dos millones y medio de espectadores ante el televisor, un año en el que la taquilla se va sobreponiendo tras la pandemia y las plataformas producen películas y series sin parar. El sector audiovisual crece como nunca. El gallego también. Salta, O corno, Fatum, Matria, Rapa… No solo se estrenan más títulos sino que son mucho mejores. Productoras como Vaca, Portocabo o Voz Audiovisual han alcanzado niveles impensables unos años atrás. Sin embargo, incomprensiblemente, Galicia no tiene todavía una auténtica escuela de cine. Madrid y Cataluña, con la ECAM y la ESCAC, respectivamente, han recuperado un concepto que nunca debió abandonarse. Porque una cosa son los ciclos de Formación Profesional y los títulos universitarios de Comunicación Audiovisual, para estudiantes de entre 18 y 22 años y otra muy distinta las escuelas de cine que en su mayoría están pensadas para alumnos de posgrado, con una cierta madurez intelectual y formativa, capaz de aprender dirección de cine, dirección de fotografía, o guion para contar historias interesantes artística y técnicamente. Existe un magnífico máster en producción audiovisual en la Universidade da Coruña y de ahí han salido los principales productores gallegos que hoy en día tienen dimensión internacional. Es el momento de formar a los creadores, sin complejos.

Y hacerlo con mentalidad de país, porque, como bien saben en Estados Unidos, en Francia, en Corea, incluso cada vez más en España (sobre todo, lo dicho, en Madrid y Cataluña), producir con mentalidad de país no solo es una cuestión económica. Rodar en un lugar u otro reporta obvios beneficios, claro, aunque tanto o más trascendente es la cuestión cultural en el sentido más estratégico. La etiqueta Novo Cinema Galego agrupa el llamado “cine de autor”, más especializado en festivales que en público, pero también está presente en el otro cine gallego que simplemente desarrolla argumentos que, pudiendo escenificarse en cualquier remoto paisaje, se viven en A Coruña o en el Morrazo con intención más comercial.

Thrillers como Fatum o en comedias inteligentes como Salta venden Galicia y aportan una visión gallega. Y es que, tanto o más que los discursos o los escenarios, importan las visiones. Tiene un enorme valor que una historia de amor o una persecución transcurra en Ferrol en vez de Manhattan. Pero también que la creación provenga de una fuente propia, con vocación de rebasar fronteras locales, y que exporte una Galicia audiovisual enriquecedora. Porque el humor gallego no es el humor andaluz ni madrileño. Y quien dice humor dice drama, suspense o ciencia ficción. Igual que diferenciamos el cine británico del coreano o el alemán del irlandés, deberíamos poder distinguir un cine gallego y atlántico sin necesidad de que suenen gaitas, se piense en el consumo diario en la TVG o sea “independiente”, por lo demás igual de necesario.
Crear la escuela gallega de cine debería partir de la Xunta o de las Universidades. Si no surgirá desde la empresa privada tarde o temprano. De hecho la Fundación Amancio Ortega ya financia el Master Oficial de Producción Periodística y Audiovisual de la UDC. La colaboración público-privada casi siempre resulta positiva. Pero no nos podemos quedar ahí. El audiovisual no para de crecer. Y cada vez que un director viene de fuera a rodar en Galicia ganamos a corto plazo. Pero estamos dejando que otros cuenten nuestras historias al mundo.

https://www.elidealgallego.com/articulo/opinion/escola-galega-cinema-4749726

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