Neutralidad y puertas (entreabiertas) al campo

El concepto de neutralidad de la red, es decir, que todo los datos se traten igual por los proveedores, debería ser tan sagrado como el de la neutralidad del aire. Ni siquiera debería admitir discusión, ni mucho menos necesitar protección. Después la realidad se encarga de demostrarnos que esa neutralidad ya es muy relativa, que solo se encuentra en Internet lo que los buscadores quieren que encontremos y lo que nuestros navegadores y sistemas operativos nos permiten ver. Los proveedores no iban a ser los santos de la película por el simple hecho de estar forrándose. Tampoco son neutrales, claro, aunque tratan de mantener las formas. Los usuarios, no obstante, estamos moderadamente satisfechos, sobre todo porque nos damos cuenta de lo fácil que sería volver a los tiempos de infovía (en el caso de España) o incluso de la emulación de terminal por el tentador camino de capar determinados accesos o convertir en monopolios de acceso aplicaciones concretas, redes sociales concretas o dispositivos portátiles concretos. Como para no regular a los proveedores.

Aunque el tema tiene sus matices. Por ejemplo, puede que usted sea un liberal al que le ponga nervioso oír la palabra regulación. Dejemos al mercado actuar. Aun sabiendo que el pez grande se come al chico, que hay dumping, abusos de situación dominante... Tan absurdo como poner puertas al campo es prohibirlas por ley, dirán ustedes. Yo estaría de acuerdo si no fuera porque técnicamente Internet está repleta de puertas entreabiertas, incluso batientes, y además, al final, hay una última puerta que es la de entrada a mi casa y la llave no la tengo yo sino mi proveedor de servicio. Así que a efectos reales, cierto que Google tiene mucho poder, Microsoft y Apple también, incluso ahora Facebook y hasta si quieren iTunes o el AppStore (Apple, en definitiva), pero el puente levadizo que une mi humilde castillo de usuario con el resto de la red es Telefónica, por ejemplo, quien me vende un ancho de puerta pero me la levanta y me la baja a su antojo. No estaría mal que una ley impidiera que por lo menos lo haga descaradamente.

Que el Senado haya votado en contra de proteger la neutralidad de la red es una pésima noticia, aunque no porque estemos peor que ayer, sino porque no evitamos, si quiera tímidamente, que estemos peor mañana.

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