Casi me había recuperado de la movida mundialista, con el beso de Iker Casillas a su novia como ejemplo de gestión de imagen, con la actitud de Del Bosque como demostración de la dirección en valores, incluso con todas las interpretaciones que se han querido hacer sobre banderas, política y fútbol, cuando llegó el debate sobre el estado de la nación. Que si casi nunca ha interesado a nadie, en esta ocasión parecía fijado con premeditación y alevosía para que no se vieran ni sus sombras. Verano, campeones del mundo, Mujeres Ricas en las Sexta... ¿quién puede prestar atención a Zapatero y a Rajoy? Quizá a la vuelta de las vacaciones, cuando la gente deje de hacerse fotos con la copa de oro y hayamos sobrevivido a las medidas gubernamentales que aprovechen la guardia baja de la narcotizada opinión pública, quizá vuelva ese estado de mala leche que apuntaba maneras y que hacía replanteárselo todo: el mercado de trabajo, el tejido productivo, el capitalismo, la desaparición de la clase media, el modelo fiscal, las instituciones, el sistema energético, el electoral, el sindical.... todo, o casi todo. Porque Zapatero y Rajoy (y los demás) siguen y siguen y siguen. Ojalá pueda parecer interesante algún tipo de reflexión que traiga sangre nueva. De acuerdo, quizá con aire fresco sea suficiente.
Hay miles de cuestiones sobre las que no tengo opinión, sólo estómago. La identidad sexual es una de ellas. No sé qué pensar ante alguien que duda sobre quién es. Y me quedo desconcertado ante la realidad de que algunos hombres quieren ser mujer o viceversa. O ante el hecho de que a un hombre le atraigan los hombres, a una mujer las mujeres. No tener opinión no significa mucho. La mayoría de las cosas se aceptan, se observan, gustan o no, simplemente están. Si dudo sobre la identidad sexual de una persona, me siento inseguro, como con cualquier duda, pero lo acepto como algo que no es de mi incumbencia salvo, naturalmente, que tenga algún interés sexual en ella o sea un juez deportivo ante uno de esos extraños casos como el de la corredora surafricana Caster Semenya . Pero no me quiero referir a la atleta sino a una actriz, Antonia San Juan , con la que comparto una homonimia razonable. Aunque escribamos nuestro apellido de forma diferente, ella separado y yo junto, y ella sea Antonia
Apuntaría que "aire fresco" simplemente no creo que llegue, un vendaval es lo necesitaríamos.
ResponderEliminarUn saludo.