Contra la eliminación de Facultades (2)


No existen demasiadas universidades públicas en España, y mucho menos en Galicia. En los países desarrollados cuentan como mínimo con una Universidad cada 750.000 habitantes. Y las mejores Universidades del mundo tienen una dimensión semejante: unos 20.000 estudiantes, casi 30.000 personas implicadas si sumamos profesores, investigadores y trabajadores de administración y servicios. La gran diferencia es el presupuesto por estudiante. Y la procedencia de ese presupuesto. Las mejores universidades privadas estadounidenses tienen más presupuesto público que las universidades públicas españolas. Además cuentan con la participación privada de empresas, antiguos alumnos y una enorme capacidad comercializadora de patentes y contenidos divulgativos y científicos.

El gobierno español ha recortado en educación y sanidad. La Universidad está en la ruina. Se reducen becas, sueldos, puestos de trabajo, se suben matrículas, acortan la duración de las carreras, se rebajan las horas dedicadas a la investigación.... Y en vez de parar el proceso, aunque dicen que salimos de la crisis, vamos a peor.

Ahora le toca a las Facultades y a los Departamentos.

Y eso significa modificar las titulaciones. Inevitablemente, por mucho que digan que no. Las más pequeñas y modernas serán arrolladas por las más grandes y tradicionales.

No se fusionan Facultades, se eliminan.

Las plantillas de profesores encogerán. Se perderán profesores asociados, los que proceden del mundo profesional para el que se supone que perparamos a los estudiantes. Se imposibilitará la incorporación de profesores e investigadores jóvenes. Los mejores se irán del país. Ya hace años que se están yendo.

Los planes de estudio serán más y más generalistas. Las Universidades se parecerán más las unas a las otras. Los estudiantes saldrán peor preparados. Así de simple.

Los ahorros en educación, como los de sanidad, son peligrosos. Pero si se va a las esencias del proceso educativo, que por cierto son lo que menos cuesta, los efectos resultan demoledores: peores profesionales, menos empresas, menos tecnología, menos industria y menos trabajo. Por no hablar de una sociedad inevitablemente peor, menos educada, más controlable, con menos sentido crítico. En algún momento hay que poner el límite. Y ese límite debe estar como mínimo en la docencia. En la Universidad, está en las Facultades, donde estudiantes y profesores trabajan juntos. Se puede cuestionar todo. Las Facultades no.

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