La ideología de los técnicos

Muchas personas honradas, normales y hartas de políticos prefieren que un presidente de Gobierno o un ministro sea una técnico. Algunos argumentan que así no caería en componendas de partido y otras politiquerías varias. Pero otros sostienen que el técnico no tiene ideología, que es casi como un científico o un ingeniero (que tampoco), incluso como una madre. Curioso cómo podemos creer que nuestra visión del mundo está libre del pecado político, moral, emocional... ideológico.

A veces me divierto tratando de demostrar a mis alumnos (inútilmente casi siempre) que pensamos como pensamos porque somos un producto de nuestro tiempo, lugar, familia, etc. Que nadie es capaz de tomar decisiones como las tomaría un ordenador. Y que incluso un ordenador es fruto de una información preseleccionada que le condiciona.

No hay técnico aséptico. No hay cirujano sin prejuicio. Ni ingeniero sin emoción ni madre sin ideología.

Y no estamos demasiado dispuestos a aceptarlo. Porque nos creemos seres racionales. Conscientes de cuando somos imparciales, subjetivos, egoístas o generosos. Ajenos a los signos subconscientes, a las presiones del grupo o los medios, fuertes ante los instintos o ante la demagogia. No es necesaria la neurociencia para demostrarlo. Aunque no viene mal pararse a autoanalizarnos y preguntarnos por qué pensamos como pensamos sobre quién debe pagar el rescate de un ahogado (sobre todo si es un erasmus irresponsable y provoca la muerte de quienes tratan de salvarlo) o por qué pensamos que los funcionarios tienen que cobrar menos si están enfermos. Por qué estamos predispuestos a disculpar a los nuestros cuando hacen exactamente lo mismo que los tuyos en reformas laborales, fiscales, sociales, educativas...

Hace unos días comparaba la situación española de ahora con la de hace 16 años, con la llegada de Aznar al Gobierno. Algunas coincidencias ponen los pelos de punta: cajas de ahorro, política monetaria, recortes presupuestarios, diputaciones, precio del dinero y de las gasolinas... era Maastricht (Europa) y también un final desastroso de la etapa socialista. Las cosas no cambian tanto. Quizá porque lo único que hacemos una y otra vez es confirmar nuestros prejuicios, nuestras ideologías, nuestras fobias.

¿Técnicos sin ideología? Simplemente no son conscientes de que la tienen. Y eso es casi más peligroso.

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