Manfred, Iratxe, ¿quiénes sois?

Muchos se cachondean sin disimulo, incluso en televisión: ¿de verdad hay elecciones europeas? Otros puede que ni se hayan enterado. Unos cuantos se escandalizan de que se prevea una baja participación. Y hay quien se rasga las vestiduras porque no se vote pensando en Europa sino en una especie de plebiscito que burle el sistema D’Hondt. Y qué esperaban, digo yo.


Los políticos saben que los ciudadanos no entienden el funcionamiento de la Unión Europea. Pero cómo lo van a entender si es que además de ser extraordinariamente complicado, apenas se habla de ello. Ni siquiera conocemos a las personas, a los líderes parlamentarios mientras que los nacionales, autonómicos o locales monopolizan primeras planas e informativos. Cuántos votantes ponen cara, por ejemplo, a Manfred Weber, presidente de los populares, o a Iratxe García, presidenta de los socialistas europeos y española. Por usar un dato algo tonto, lo sé, a Weber le siguen en X 67 mil personas y ha publicado menos de diez mil mensajes desde 2009. García no llega a 29 mil seguidores aunque se ha esforzado algo más: quince mil post desde 2012. A Feijóo le siguen 215 mil, a Sánchez 1,9 millones. A Ursula von der Leyen, 1,5 millones… menos mal, pero solo ha publicado cinco mil mensajes.

Ya, la red que ahora admite porno (X, cómo no), antes conocida como Twitter, no es un prestigioso indicador de conocimiento. Y claro que hay un cierto sentido europeo, una gran satisfacción en la ausencia de fronteras y un evidente cabreo porque para ir a Londres exijan pasaporte. En Galicia sabemos que la pesca o el campo no dependen de nosotros. E incluso hay quien no solo se lo ha preguntado sino que sabe que los tapones van unidos a las botellas por razones medioambientales y norma de Bruselas. Pero la conexión ciudadana con la realidad política europea es mínima. De hecho, parece intencionadamente oculta. Incluso, más si cabe, en esta campaña electoral.

Porque, lo dicho, los políticos saben que estamos desinformados, que el complejo modelo político europeo no admite demasiados mensajes concretos sobre impuestos, vivienda, sanidad, educación o justicia. Ni siquiera sobre seguridad, que por esta soleada esquina continental Putin queda muy lejos. Así que hagamos campaña para niños, arguyen los asesores. Emociones básicas y cercanas. Tirrias personales y fango. Fachas y comunistas. Rosarios y zurdos. Todo vale para ahondar la trinchera. La derecha renunciaría seguro a su presencia en el Parlamento Europeo con tal de que Sánchez cayera. Y la izquierda haría lo mismo con tal de consolidar la legislatura en Madrid. Parece que solo quieren un buen resultado este domingo para demostrar que, si no hubiera esos “trucos democráticos” de las circunscripciones provinciales, ellos ganarían. En realidad, más que unas elecciones, parecen una macroencuesta.

720 europarlamentarios, 61 de ellos españoles. Si esto fuera Eurovisión, rápidamente imaginaríamos alianzas entre países para que al final ganase Suecia o Irlanda. Que no sabemos si cantan mejor o los queremos más. Pero es que ni la rivalidad o simpatía entre países se ha conseguido transmitir desde la UE. Sabemos de qué pie cojean Texas o California en el Congreso de Estados Unidos. Vemos al hijo de Biden, a la hija de Trump. Pero no tenemos ni idea de lo que pasa aquí. Por cierto, Von der Leyen es madre de 7, su segundo dato de presentación en redes tras decir que es presidenta de la Comisión Europea. Si la buscas desde España, al escribir Ursula Google te completa con Corberó. Y la siguiente posibilidad es (todavía) Ursula Andress. Entre cookies, algoritmos y política de trincheras contada a los niños no hay quien se entere de nada. Quizá en el mundo del periodismo nos lo deberíamos hacer mirar.

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