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Mostrando entradas de mayo, 2024

Letras, autores y lenguas

De vez en cuando me gusta leer algún libro de historia. Siempre he pensado que los historiadores son como los periodistas pero con cierto retraso (sin ánimo de ofender), vamos, que tienen más tiempo. Así que los considero una especie de colegas con similar afán por la verdad, la neutralidad y la soñada objetividad. El escribano más libre de sesgos que uno pueda imaginar. Es decir, que lo intenta honestamente, consciente no solo de que no lo va a conseguir sino también de que algunos sesgos ni siquiera sabe que los tiene. Por eso leo historia con la misma sana cautela que los periódicos. No digamos ya las redes sociales, por favor. Y hoy, Día das Letras Galegas, pienso en los que proponen candidatos para su honra, los que escriben biografías para su justificación y los que, sin haberlas leído jamás, ojean a última hora sus obras, sin tiempo ni afán para la crítica no siendo que les acusen de ir contra la lengua, contra la patria y quién sabe cuántas cosas sagradas más. Se dedica el año

Ascender y mantener

El deporte profesional nunca me ha interesado demasiado. No formo parte del enorme negocio que lo rodea, no tengo vocación de espectador salvo que el espectáculo sea extraordinario, nunca me he sentido hincha de ningún equipo y mis capacidades atléticas solo dieron para divertirme, no para vivir de ellas. Qué se la va a hacer. Pero este fin de semana decenas de miles de coruñeses tienen el corazón en un puño. El puño del Deportivo, especialmente. Y también el puño del baloncesto. Digo bien. No es el puño del fútbol y el puño del Básquet Coruña. Porque el Deportivo ha demostrado ser mucho más que fútbol y el Básquet Coruña es, sobre todo, baloncesto, el sueño eterno de alcanzar la elite de tantos aficionados y jugadores durante décadas en todo tipo de categorías, equipos y pachangas callejeras alrededor de una canasta que siempre ha existido en esta ciudad. Pero, como decía, más que las competiciones profesionales, me interesa el deporte aficionado, que la gente juegue, corra, nade… Y e

Cómo acabar con el fango

No me sumo a los voluntarios que han surgido motivados por Pedro Sánchez para encontrar solución al problema del bulo, las “fake news” o el “lawfare”. Siempre han circulado las falsedades, las calumnias y las injurias. Primero boca a boca o boca oreja. Después, por escrito, con la imprenta, con la radio o con el audiovisual. Y, ahora, con los móviles, los ordenadores, los bots y la inteligencia artificial. El poder siempre ha tratado de controlar la información, con el  púlpito, el “nihil obstat”, el fondo de reptiles de Bismarck, la interferencia o el hackeo. Y siempre la tecnología ha encontrado un nuevo modo de distribuirla. Tanto la información veraz como la mentira. ¿Cómo arreglarlo? Por fortuna, es casi imposible. Primero, porque se necesitaría un pacto internacional. Pero ocurre como con los paraísos fiscales: a ver quién le pone el cascabel al gato; además, todos los Estados, si pueden, espían o crean climas de opinión según sus intereses. Segundo, porque el poder de las grande