Evaluar méritos

Después de casi diez horas valorando méritos ajenos, suelo entrar en crisis. No por compararlos con los míos, que ese es otro tema, sino por mi propia incapacidad para la estimación razonablemente objetiva y el lamentable esfuerzo de la Administración por elaborar baremos que nunca logran solucionar el problema sino embrollarlo.

Alguien podría decir: bueno, usted es profesor, al fin al cabo forma parte de su trabajo evaluar alumnos. Y por si fuera poco, en mi etapa en la subdirección de un diario y director en una pequeña productora hice cientos de entrevistas seleccionando personal. Así que algo de callo debería tener. Pues al contrario. Con los años, lo que tengo es cada vez más dudas.

Algunas son dudas clásicas, otras muy concretas. Por ejemplo, ¿cómo valoras los conocimientos: considerando el tiempo que se ha tardado en adquirirlos o simplemente con la mejor puntuación?, dicho de otro modo, ¿qué vale más: un aprobado en primera convocatoria o un sobresaliente en segunda o tercera convocatoria? ¿Creatividad o capacidad de trabajo?, ¿cantidad o calidad?, ¿diez libros del montón o unos folios geniales?, ¿años de experiencia o resultados?, ¿trabajar toda la vida con los mismos o cambiar de equipo, de socios, de empresas?, ¿la hiperespecialización o la multidisciplinariedad?, ¿la adaptabilidad o la coherencia?... se podría seguir eternamente.

Vengo de estar diez horas valorando "objetivamente" expedientes académicos, experiencia docente, investigadora y profesional y "otros méritos". Entre los papeles que ha tenido que evaluar la comisión se encontraba un contrato laboral de tres meses de duración como jefe de prensa de un parking . Quizá la empresa tenía algún problema con los medios locales o pretendía lograr un posicionamiento mediático determinado. Yo qué sé. ¿Es lo mismo un notable concedido por un premio nobel que otro dado por un profesor novel?, ¿cómo valorar ser realizador de un corto, un meritorio de producción, un asesor político?, ¿son honestos los sacrosantos y públicos baremos que tratan de poner límites al número de autores de un escrito, calibrar su prestigio científico, o estimar el rango de un congreso? El profesional experto en estas lides se habrá dado cuenta rápidamente que estoy muy tierno, a pesar de llevar más de 25 años de experiencia profesional. No soy tonto, sé que todo es un gran teatro mal o bien intencionado que otorga una pátina de objetividad y legalidad a un mundo que sólo puede ser subjetivo y arbitrario, que en último término está en manos de los jueces.

Siempre que me paso horas y horas evaluando méritos ajenos me acuerdo de algo que me dijo, hace ya mucho tiempo, un viejo magistrado, de gran prestigio y claramente adelantado a su época: "Que Dios me perdone, pero cuantos más años tengo más me gusta la idea de ser juzgado por un ordenador".

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