Clases de muertos
Los periódicos publicaron su muerte con una nota breve: un hombre de 26 años muere tiroteado desde una moto en Mijas. Resulta que en la Costa del Sol no sólo está la mafia rusa o la siciliana, también la británica o la irlandesa, y vaya usted a saber cuántas mafias más. Siempre me ha llamado la atención por qué estos muertos son prácticamente invisibles para los medios españoles comparados con los provocados por el terrorismo, como si el terrorismo y la criminalidad mafiosa fueran de planetas diferentes. Claro que muchas de las víctimas no son españolas, y el nacionalismo de los balazos es algo que tenemos muy en cuenta. Siempre mencionamos que el asesino es un latinoamericano, rumano, gitano, marroquí o sirio. Si podemos, claro. De un tiempo a esta parte hemos asumido que determinadas zonas turísticas poseen una especie de estatus de protectorado internacional, son más independientes que una herriko taberna. Y a nadie parece importarle, ni al más acerbado centralista, quizá porque en Madrid también hay islotes apátridas en determinados barrios y a determinadas horas.
Muertos y muertos. Para marcar sus distintas clases los periodistas siempre hemos demostrado eficacia. Y yo me pregunto qué hubiera pasado si los muertos de ETA hubieran sido despachados en breves noticias, de esas que parecen que no van con nosotros, como las de la Costa del Sol. O si los hombres asesinados por sus mujeres se contabilizasen igual que las mujeres asesinadas por sus parejas masculinas, aunque sean menos. Se ha escrito mucho sobre la cuestión, pero me sigo preguntando en qué medida los medios tenemos alguna responsabilidad. Seguro que muy lejana en los hechos, pero seguro que muy cercana en cómo la autoridad de turno trata de abordar la situación.
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