El gobierno de las Universidades

¿Cómo deberían estar gobernadas las Universidades públicas? Según la información publicada en El Mundo, la Fundación Conocimiento y Desarrollo ha elaborado una propuesta en la que plantea que los rectores se transformen en una especie de consejeros delegados, designados por un Consejo Social que a su vez estaría formado por personas ajenas a la Universidad elegidas por el Claustro. Este rector, que debe ser, como hasta ahora, un catedrático pero con conocimientos o aptitudes de gestión, nombraría a los decanos, sería el encargado de lograr fondos para la institución y podría ser destituido en cualquier momento en función de sus resultados. Podría hasta sonar bien. Al menos para todos los que están deseando la despolitización de las estructuras universitarias, acabar con la burocracia paralizante, el poder de los sindicatos o las capillas departamentales. Pero, aunque resulta urgente encontrar algún modelo que mejore el gobierno universitario, hay demasiados puntos oscuros en la propuesta.

La Universidad pública está mal gobernada por múltiples motivos. Quizá la democracia censitaria con la que se eligen los cargos académicos sea uno de ellos. Sin embargo eso no es lo que limita o dificulta la gestión del elegido. La estructura que les ayuda a obtener el poder, basada primero en la expansión de una determinada área de conocimiento, después de un departamento y posteriormente de las alianzas que pueda establecer en los distintos centros donde se imparta docencia no es ni mejor ni peor que la que podría derivarse de un Consejo Social elegido por un Claustro. Dicho de otro modo, un rector como los actuales o como los propuestos por esta Fundación, puede ser igual de eficaz si de verdad quiere y sabe serlo. El de ahora tiene el cargo garantizado por cuatro años, el hipotético "rector consejero delegado" tendría la garantía, imagino, de un contrato de alta dirección. No sé cuál de los dos se sentiría más fuerte para hacer lo que considera adecuado.

La politización, a veces, ciertamente, muy ridícula, tampoco es el problema principal, salvo que se considere que el presidente del Gobierno también debería ser un consejero delegado en vez del líder de un partido político. La política en un claustro se parece más a una junta de vecinos, mejor dicho, de propietarios. La apatía y la antipatía son los dos partidos mayoritarios, pero la simpatía de la camarilla de intereses forma la mayoría relativa que sustenta al rector. Muy por detrás viene la política de partidos de izquierdas y derechas, y es que el postureo ideológicos suele ocultar fobias bastante más materiales. En otras palabras, con o sin partidos, el politiqueo existirá siempre, como existe el politiqueo en cualquier organización humana, incluida la empresarial, sobre todo si los intereses no son ni económicos (la Universidad pública es económicamente miserable) ni de excelencia académica corporativa (pese a quien pese, por ahora y por muchos rankings que se inventen, la carrera académica es individual e interuniversitaria, no corporativa).

Otra cosa es la carrera laboral, los sindicatos, la selección de personal, los estímulos para ser buenos docentes, buenos investigadores, buenos en administración y servicios. Seguramente si las Universidades se gobernaran como empresas se podría jugar con los incentivos, el premio a la calidad, a la eficiencia. Pero ese problema es extensivo a toda la Administración pública. Igual que la brutal cantidad de leyes, normas y reglamentos que atenazan la agilidad del día a día.

En definitiva, no es tan sencillo el problema como para arreglarlo con el simple cambio de tipo de rector. La cuestión va mucho más allá. Puede incluso que no sea la gobernanza la cuestión más urgente. Bastaría, a lo mejor, con permitir que el profesorado se involucrase mucho más en sus correspondientes entornos profesionales, que tuviera más responsabilidades sobre su "unidad" académica, que los catedráticos respondieran individualmente del éxito o del fracaso de su docencia, de su investigación, por calidad y cantidad, por resultados económicos y científicos. En otros países se hace. Aunque también el modelo de rector consejero delegado. Hay mucho que reflexionar. Y que hacer.

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