Para que algo cambie

Hay quien mantiene que en Galicia ha empezado una nueva etapa en la que los liderazgos personales no importan. Que todo se resume a la extensión de los tentáculos con los que un partido es capaz de controlar una sociedad o, dicho de otro modo, al trabajo diario con la gente a pie de calle. El carisma clásico está obsoleto. Ahora vende electoralmente la timidez, la normalidad, la suavidad y se premia “picar piedra” toda la legislatura. Por eso arrasa el PP, presente a quien presente. Por eso ha crecido el BNG. Y por eso se ha hundido el PSdeG. No importan los programas, ni las ideologías. Sí, seguimos siendo de izquierdas o de derechas, progresistas o conservadores, pero esto va de cuestiones sociales, no de política. A lo mejor tienen razón.

Claro que también parece razonable la simpleza de las dos Españas o las dos Galicias. Con una diferencia entre ellas de apenas unos miles de votos (treinta mil de 1,4 millones). Eso sí: una de las dos Galicias, la izquierda, está dividida en varias partes: los nacionalistas, los antinacionalistas y los indiferentes al nacionalismo. En España se ha complicado todo, pero en Galicia todavía se puede hacer una lectura así de sencilla.

Sigo pensando que Rueda no era el candidato más adecuado, aunque eso no implica que sea mal gestor. Y que el BNG tendría resultados aún más abultados si se refundara con planteamientos menos extremistas. O que el PSdeG está tan muerto por dentro que solo un exorcista podría revivirlo. Pero nadie va a convencer a los dos primeros de que les podría haber ido mejor. Y nadie cree en los exorcismos.

Así que nada cambiará, aunque estén en lo cierto quienes mantienen la teoría de los nuevos liderazgos y surja una renovación generacional. El PP la está emprendiendo en cierto modo. Si Rueda se viene arriba a lo mejor sucede el milagro, pero lo dudo. Bloque y PSdeG están más envejecidos. Aunque quizá el BNG entienda a los menores de 30 años que les han votado más ajenos al independentismo y lo gallegos que no están en redes sociales disminuyan por puro envejecimiento. Y acaso los socialistas acaben desapareciendo o siendo irrelevantes como Vox, Sumar o Podemos. Pero alguien ocupará su lugar porque el lugar existe.
Y es que las dos Galicias, incluso sin líderes carismáticos, solo pueden trasvasar votos por el único vaso comunicante: el centro. Treinta mil votos para la derecha o para la izquierda. Y no se moverán mientras los votantes de centro derecha y de centro izquierda rechacen el independentismo.

La interpretación de los resultados de los que están contentos tendrá un sesgo de confirmación inevitable y comprensible. El PP creerá que Galicia es suya y el BNG que pueden seguir así hasta ganar. Solo el PSdeG se lo hará mirar cuando Pedro Sánchez desaparezca, aunque quizá sea tarde. De modo que, siento ser pesado, nada cambiará.

Y, también lo lamento, no creo que haya aparecido un nuevo modelo de líder que apenas importe. O Rueda se fortalece o lo retirarán, no ya porque piensen que el PP gana con cualquiera, sino porque alguien con el suficiente instinto asesino (político, naturalmente) querrá su puesto. Y la súper exitosamente normal Pontón parecerá blanda a alguien tarde o temprano, o dirán que lleva demasiado tiempo para una organización frentista sin tocar poder mientras otros han demostrado que ganan alcaldías. Por su parte, el templado Besteiro, el que lo iba a cambiar todo en la casa gallega por la santa imposición desde Madrid, tendría que hacer un milagro que, en el fondo, pasa por un liderazgo a la manera clásica, que olvide que son una delegación y que atraiga capital humano y social. Una obviedad, para que algo cambie, mejor líder y más partido.


https://www.elidealgallego.com/articulo/opinion/algo-cambie-4732059

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