Adiós Wert, otro a la lista

Otro ministro de Educación que cae. El peor. Uno de los peores. ¿Llega otro que bueno lo hará? Lo cierto es que, salvo por el intento de Ángel Gabilondo de alcanzar un consenso educativo, no recuerdo un solo ministro "del ramo" (qué bonita expresión) que me dejara un mínimamente aceptable sabor de boca. Quizá la figura no es la más adecuada. Pero a muchos me los he tenido que tragar, como estudiante, como periodista y como profesor.

Estudié la EGB y el BUP de Villar Palasí. Entré en la Universidad saltando de Mayor Zaragoza a Maravall, con los "penenes" en huelga constante, la revolución de la LRU que acabó muy lentamente con la Universidad franquista, que en el fondo fue la que sufrí mientras la nueva no llegaba del todo. Admito que, por cuestiones personales, de Solana y Rubalcaba apenas tengo recuerdos en el cargo, salvo porque se multiplicaron las Universidades y nació la LOGSE. El problema era el dinero, pero en teoría la cosa no pintaba mal del todo. En esto llegó Pertierra y la oposición de los profesores y sindicatos a su LOPEG de 1995, un paso casi tan fugaz como el de Jerónimo Saavedra, que se comió los coletazos del problema.

Ganó por fin el PP. Esperanza Aguirre, con Aznar, montó su propias guerras sin entrar a reformas educativas. Le bastaba con pelearse a su más puro estilo personal. Puso el jefe a Mariano Rajoy, que llevaba sin bajarse de un coche oficial desde 1983, para tranquilizar las aguas, y le dio unos toques a la Formación Profesional. Apareció la revolución de Pilar del Castillo con la LOCE que nunca se aplicó y una LOU (el famoso plan Bolonia) que destrozó la Universidad incluso tras la reforma que le introdujo la fallecida María Jesús San Segundo, la ministra de Zapatero que puso en marcha la LOE y la educación para la ciudadanía. Mercedes Cabrera continuó la labor y Gabilondo lo intentó, pero no pudo.

José Ignacio Wert, que por fin se va, impuso la LOMCE y unos desarrollos de la LOU que son para arrancarse los ojos. De la cultura, el IVA y otras cuestiones, mejor ni hablar. Y aquí estamos. Con un nuevo ministro, Íñigo Méndez de Vigo, noble, como Aguirre, y condenado a ser el breve por calendario electoral.

Díganme, con esta lacónica visión histórica, si alguna vez la Educación le importó a algún gobierno en este país. Compárenla con el AVE, las autovías, los aeropuertos, las rotondas, los paseos marítimos o el fútbol. Eso sí que es negocio.


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