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Universidades, chiringuitos y políticos

La Unesco reconoce diecinueve mil universidades en todo el mundo. Otras fuentes elevan el número hasta cincuenta mil. Unas son públicas; otras, privadas sin fines de lucro; y otras, privadas con fines de lucro. Determinar cuáles son mejores resulta complicado porque depende de los criterios evaluados (como calidad académica, investigación, costes o accesibilidad). Así que la controversia entre buenas y malas universidades suele ser bastante estéril. Salvo que responda a intereses políticos. Que en los rankings siempre aparezcan en las primeras posiciones las privadas sin ánimo de lucro, como Harvard, Stanford o el MIT nos lleva a pensar que son el mejor modelo, pero solemos olvidar que la UCLA o Berkeley, ambas en California, o las británicas Oxford y Cambridge son públicas. Todas ellas con un excelente marketing. De hecho, gozan de fama mundial mientras otras universidades con indicadores de calidad semejantes apenas son conocidas. Así que algo hay de propaganda, bastante de truco en ...

Mutualistas mayores, pero no idiotas

Siendo todo malo, lo peor de la administración no es la burocracia, la opacidad, la ineficiencia o la lentitud. Lo atroz es que hay personas en la maquinaria que toman decisiones en exclusivo interés propio. Son los tiranos que retuercen la letra de una norma, los déspotas que la redactan para beneficiar al sistema en perjuicio del administrado, el listillo que tiene una ocurrencia para ganarse el favor de su jefe o simplemente el funcionario quemado que no tramita un papel porque le falta cualquier estupidez. Por una vez, Hacienda ha rectificado su decisión de fraccionar en varios años la devolución de los 1.700 millones de euros que los mutualistas tributaron en exceso entre 1967 y 1978. ¿Por qué no devolverlo en un solo pago como hasta ahora? Pues por sus santas narices. De modo que miles de pensionistas, en edades obviamente avanzadas, debían solicitar este año la devolución correspondiente al 2019. Y así hasta 2029. Hacienda hacía cálculos para ver cuántos se morían antes. Dinero ...

Adolescencia, la serie, el problema

  Si tienen ocasión, no dejen de ver en Netflix la miniserie británica ‘Adolescencia’. Retrata de forma magistral la mezcla explosiva de hormonas, redes sociales, deseo, odio y padres ajenos a la inseguridad de una habitación cerrada a la familia y abierta a un mundo de riesgos infinitos. Cuatro capítulos rodados en plano secuencia, es decir, sin cortes. Narran la angustiosa situación de un niño de 13 años acusado de asesinar a una compañera. Cada episodio muestra un contexto: la detención, el colegio, la entrevista con la psicóloga y, por fin, el cumpleaños del padre, una jornada que nada tiene de celebración. Al margen de las cualidades excepcionales de la interpretación, en especial la del chaval, capaz de mostrarse tan tierno y desamparado como aterrador, la serie mete un dedo en el ojo de cualquier familia normal con hijos, no solo varones, inmersos en su universo digital. Normal. Ni marginal ni desestructurada. Una familia que cree regalar un teléfono y en realidad regala una...

Spiderman contra María Pita

Las estadísticas dicen que nos gastamos casi 9 euros al mes en ver películas, ya sea en plataformas o en el cine. Si la Xunta fuera una familia media se gastaría menos de un euro. Es lo que le suponen las ayudas al cine gallego dentro de su presupuesto. Sé que todo el mundo está hablando del gasto en Defensa, pero permítanme hablar del gasto público gallego en el audiovisual, aunque solo sea porque mañana se entregan los Mestre Mateo. Puede que películas como ‘Honeymoon’, ‘As Neves’ o ‘Justicia Artificial’ no estén al nivel de ‘La infiltrada’, ‘El 47’ o ‘Casa en llamas’. Tampoco han tenido la misma promoción ni el mismo apoyo institucional para su realización. Si hablamos de ventajas fiscales, Canarias y el País Vasco se llevan buena parte de los rodajes. Si hablamos de industria, Madrid y Cataluña están a años luz del resto de España y además cuentan con sendas escuelas de cine que Galicia debería tener hace años. Y aun así el audiovisual gallego mantiene su ritmo, con más de 4.500 em...

Letra pequeña

  Telefónica me ha ofrecido un contrato con tanta letra pequeña que después me ha enviado un resumen. Lo primero lo hacen todos, lo segundo es “bien simpático”, que diría mi abuela. La letra pequeña es aquella que se reduce (y extiende a lo largo infinitos párrafos) para que no se lea al firmar y solo beneficie a quien la escribe. Que se acepte su existencia y se considere legal no es más que otra demostración de que el sistema permite que el fuerte abuse del débil, del consumidor, del votante, del contratado, del cliente… Es decir, del individuo, que somos todos y cada uno de nosotros cuando nos enfrentamos a la organización, a la empresa, al mundo. A veces, los acuerdos tienen letra pequeña para que no se enteren los demás, como en política. Los acuerdos de gobierno son un ejemplo perfecto, pero también los internacionales sobre paces o guerras. No importa que hablemos de Ucrania, de Cataluña o del Concello, como tampoco importa si es Telefónica, el banco o los seguros. La letra ...

El veneno que nos meten

No paran de cabrearnos. Lo digo por aquello de que nos roban los catalanes, nos roba el gobierno, hasta nos roban en Nostián… Sí, ha sido una semana de quitas, condonaciones y pedagogías extrañas sobre impuestos, lo común y lo particular. Cuando en realidad sucede lo de siempre: negocia quien puede negociar. Si nosotros pudiéramos condicionar la continuidad del gobierno, también sacaríamos tajada. Por supuesto que condonar el 22% de la deuda adquirida mediante el Fondo de Liquidez Autonómica es una cesión de Sánchez a “los catalanes” para seguir en el poder. Condonar aquí significa repartir entre todos. Así que Rueda tiene que elegir entre que cada gallego pague unos 200 euros más de lo que debía y protestar mucho, o pagar como mínimo el doble y hacerse el digno. Porque la deuda catalana, y alguna otra, seguro, se pagará a escote. Así que digo yo que no seremos tan idiotas de, además, pagar la nuestra nosotros solos. De esto saben mucho en la administración. Uno se endeuda, otro ahorra...

Carreras menguantes y formación profesional

  Qué recuerdos. Hace años, una licenciatura universitaria tenía cinco cursos, unas 4.500 horas de clase. Después, con la Ley de Reforma Universitaria, aparecieron las licenciaturas de cuatro años y se esfumaron más de mil horas lectivas. Con la siguiente Ley Orgánica de Universidades volaron las licenciaturas y se crearon los grados. Solo 15 horas semanales de clase para el estudiante, casi la mitad que en bachillerato. Las carreras quedaban en 2.400 horas. Y ahora, no tanto por la ley, que también, sino porque las universidades no tienen un euro, se acortan a poco más de 2.000. Las mismas que los ciclos de grado superior de Formación Profesional, solo que estos duran dos cursos. Sé que no cuento nada nuevo, y mucho menos para profesores y estudiantes. Las carreras llevan encogiendo años. Pero esta semana se ha planteado a nivel nacional la típica disputa de atribuciones profesionales entre titulados de FP y de Universidad, en este caso de Educación Física y Ciencias del Deporte, ...